[:es] Juan Carlos Vásconez, sacerdote ecuatoriano, es Ingeniero de Sistemas y Doctor en Teología Moral. Impulsa varios proyectos digitales, como ">http://www.educatec.me/">www.educatec.me, ">http://www.10minconjesus.net/">www.10minconjesus.net, ">http://www.unamigoteescucha.com/">www.unamigoteescucha.com
La amabilidad debe ser la esencia del cristiano para que pueda atraer a los demás. Ser amable es la condición básica, que se puede entender como la capacidad de que los otros me amen, que sea fácil amarme, y eso solo se gana saliendo de uno mismo para darse a los demás. Creo firmemente en el poder que tiene la amabilidad para ablandar corazones.Los cristainos debemos afrontar nuestros problemas con un espíritu de amor y de amabilidad hacia todos. El "egoísmo espiritual" se da cuando nos interesa más la doctrina que la persona, y terminamos en una especie de "fariseísmo", del que tantas veces nos previno Jesús.
Duele a veces escuchar las cosas poco amables que nos decimos, a veces hablando de personas de la Iglesia, o de cualquier persona. Las palabras poco amables por lo general no se dicen bajo la inspiración del Señor. El Espíritu del Señor es un espíritu de amabilidad, de paciencia, de caridad, de amor, de tolerancia y de longanimidad; y no hay ninguno de nosotros que no necesite todas esas virtudes que son el resultado del trabajo del Espíritu Santo en el alma. Se debe ejercer toda influencia para que haya paz, y más en el mundo político. El demonio está ejerciendo todo medio disponible para destruir las almas y una forma es ponernos pensamientos negativos contra los demás, intentar quitar la paz. Hablar más de los demás conlleva a esa especie de guerra. El demonio está más activo de lo que jamás ha estado y trabaja de una manera insidiosa. No me tomaré el tiempo de enumerar las muchas formas que emplea, pero hay una forma en la que actúa y ha actuado desde el principio del mundo, la cual es tentar a una persona a destruir la reputación de otra al hablar, descalificar. EL mundo político tiene que estar muy atento para no caer en esta enfermedad. Es tan fácil criticar a alguien más, es tan fácil hablar mal, y a veces hablamos con dureza de nuestros vecinos y amigos. Pero esto es lo que nuestro Padre Celestial nos ha dado… Jesús nos dice con claridad “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís, se os volverá a medir."
Hay entre nosotros personas que se han desviado en este punto y han dejado de ser amables, pero siguen siendo hijos de Dios y Él los ama. Él nos ha dado el mandato de ir a ellos con amabilidad y amor, y con paciencia y un deseo de bendecir; debemos procurar apartarlos de los errores. Si tenemos claro que no tengo el derecho de juzgarles, con nuestra delicadeza y trato cortés ayudaremos a hacerles volver al camino que lleva a la vida eterna en el reino celestial. A veces, nos quejemos de nuestros amigos y vecinos porque no son amables. Más bien, llamémoslos para que tengan el deseo de hacer las cosas que nuestro Padre Celestial quiere que hagan. Podemos hacerlo, y no nos podemos ganar su confianza ni su amor de ninguna otra forma. Qué gozo, qué consuelo, qué satisfacción pueden obtener nuestros vecinos y amigos por medio de nuestra amabilidad. Podemos decir que la amabilidad es el poder que Dios nos ha dado para abrir los corazones duros, para conquistar las almas obstinadas y para llevarlas a una comprensión mayor de los caminos de Dios.
No podemos juzgar a los demás, siempre se puede salvar la intensión, pensar bien de los demás. Podemos siempre salvar la intención del que actúa, pues para nosotros normalmente permanecerá oculta, dice San Josemaría en Surco: Mientras interpretes con mala fe las intenciones ajenas, no tienes derecho a exigir comprensión para ti mismo. Vivir una caridad profunda, manifestada en obras, con todas las almas, comenzando por nuestros hermanos los hombres. Cuando hay caridad, que es cariño humano y sobrenatural, es muy fácil conocer y atender las necesidades espirituales y materiales de los que están cerca de nosotros. Ponernos en el lugar de la otra persona. Si fueras ella ¿cómo verías la situación? ¿Cómo la juzgarías? ¿Cómo te sentirías si lo que estás escuchando en este momento sobre otro lo dijeran de ti? ¿Qué te gustaría que los demás dijeran y pensaran de ti? Ponte en el lugar de la madre de esa persona, o de algún otro de sus seres queridos. ¿Qué opinión tendría del asunto? ¿Qué desearía? ¿Qué haría? Piensa en Dios. ¿Qué puesto ocupa esa persona a sus ojos? ¿Cuál es su punto de vista respecto?
Pensar mejor de los demás nos llevará a estar más alegres. Nosotros mismos seremos menos aprensivos. Es lo que hace una buena madre con sus hijos, aunque para el resto sean culpables de alguna travesura, la madre los encuentra inocentes, sus defectos no son relevantes e incluso pueden llegar a ser virtudes (en las más querendonas). Y no es que sea menos objetiva, las madres conocen mejor que nadie a sus hijos, solo que una madre piensa mejor y, por cada elemento negativo sobre el hijo que llegue a sus oídos, su visión se dilata y se sobrepone. Sabe ver más allá, de lo que no ve nadie. Desarrollar el hábito no solo de pensar bien de la gente, sino pensar mejor. Dios se arriesga totalmente con nuestra libertad porque piensa mejor de cada uno. [:]