Es Tiempo Ordinario es un tiempo distribuido a lo largo de 33 ó 34 semanas, no seguidas. En él, a diferencia del resto de tiempos fuertes (Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascual) no se celebra ningún aspecto concreto del misterio de Cristo, sino todo el misterio completo. Esta es la razón por la cual se le denomina “Tiempo Ordinario”. El color propio de este tiempo es el verde, que simboliza la esperanza en la segunda venida del Señor.
Podemos comparar el Tiempo Ordinario con un gimnasio, donde nos ejercitamos para encontrar a Dios en los acontecimientos diarios, crecemos en virtudes, en santidad… Porque todo es ocasión de amar a Dios, de salvación, en tiempo de gracia de Dios. ¡Todo es gracia para quien está atento y tiene fe y amor!
Se divide en dos “partes”. Una que transcurre tras la Epifanía y el Bautismo del Señor hasta el comienzo de la Cuaresma. Y la segunda, desde después de Pentecostés hasta el Adviento, que comienza tras la solemnidad de Cristo Rey.
El espíritu del Tiempo Ordinario queda bien descrito en el prefacio VI dominical de la misa: “En ti vivimos, nos movemos y existimos; y todavía peregrinos en este mundo, no sólo experimentamos las pruebas cotidianas de tu amor, sino que poseemos ya en prenda la vida futura, pues esperamos gozar de la Pascua eterna, porque tenemos las primicias del Espíritu por el que resucitaste a Jesús de entre los muertos”.
Poner a Cristo en el centro de nuestra vida ordinaria
La vida cristiana es sencilla, no se necesitan cosas extrañas o difíciles; basta poner a Jesús en el centro de nuestras realidades cotidianas. Para ello el Papa Francisco nos aconseja tres cosas para poner a Jesús en el centro de nuestra vida:
"Que busques a Cristo, que encuentres a Cristo, que ames a Cristo", San Josemaría
Buscar a Cristo en la oración. Y la oración nace en primer lugar de la fe: sólo rezamos verdaderamente si nos ponemos en presencia de Dios. “Me has escrito: "orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?" —¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: "¡tratarse!", San Josemaría, Camino 91. Dialogando con Jesús lograremos contemplar todos los sucesos de nuestra vida con sus ojos; y, por tanto, le buscaremos con obras, dándole todo lo que nos pida.
Si a veces te cuesta rezar, porque no encuentras el momento, porque tienes muchas cosas que hacer, te recomendamos este post: 7 ideas para rezar todos los días si eres católico y estás muy ocupado.
¿Por qué el verano ha de ser un obstáculo en tu relación con Dios? ¿Desde cuándo el tiempo es un factor condicionante del amor? Si lo pensamos fríamente es absurdo. Es como si le dijéramos a Dios: «Te quiero, pero ahora como hace calor y tengo más tiempo, olvídate de mí esta temporada…«.
Nuestra fe, nuestro cariño al Señor, no puede depender de lo de fuera, ni del frío y el calor, ni de si me van bien o mal las cosas…
Para que no te pase esto, te dejamos 9 ideas para que el verano sea un punto y seguido en tu relación con Dios. Es más, para que en lugar de enfriarte, tu vida de piedad, tu amor a Dios, crezca más y más estos meses. ¿Cómo? Sigue estos 9 tips para vivir un verano que merezca la pena: