Para determinar el comienzo del Adviento, que consta de 4 domingos, se parte de la fecha fija de la Navidad, que siempre es el 25 de diciembre. De ahí se establece el cuarto domingo, que es el anterior al 25, y progresivamente hacia atrás hasta establecer el primer domingo de Adviento. Por ello la duración del Adviento puede variar.
Se llama Domingo Gaudete al Tercer Domingo de Adviento. Gaudete es una palabra latina que significa gozo. Este domingo recibe este nombre por ser la primera palabra de la Antífona de Entrada de la Misa: "Gaudéte in Domino semper: íterum dico, gaudéte". ("Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres"). La antífona está tomada de la carta paulina a los filipenses (Flp. 4, 4-5), que sigue diciendo: "Dominus prope este" (el Señor está cerca). Y efectivamente, en este tercer domingo, que marca la mitad del Adviento, la llegada del Señor se ve cercana. Cuando nos acercamos a la celebración del Nacimiento de Jesús, la palabra de Dios nos recuerda cómo las profecías han sido ya cumplidas; que estamos en lo que los teólogos llaman el "ya, pero todavía no".
El color rosa en los ornamentos litúrgicos es un signo de gozo, de alegría. Y esa alegría es en esta ocasión, porque en medio de la espera de la Navidad en Adviento, y llegando ya a su final, se vislumbra cercana la Venida del Mesías en Belén. Por eso se cambia el morado por el rosa en el Domingo Gaudete. Tras el cuarto domingo de Adviento llega inexorablemente la Navidad, el 25 de diciembre. Por ello el tercer domingo de este Tiempo lo celebramos con ornamentos rosados, de fiesta en medio de la espera, de alegría por la proximidad de la Venida del Salvador.
El color rosa, se usa también el 4º domingo de Cuaresma, también conocido como Domingo Laetare, que significa alegría. Alegría porque en está próxima la Resurrección del Señor en el Triduo Pascual.
La liturgia nos regala otros signos evidentes de felicidad: además de las vestiduras rosas, este domingo pueden ponerse flores en el altar y puede usarse el órgano para acompañar el Oficio Divino de la Santa Misa. La Iglesia no invita ya a los fieles meramente a adorar "al Señor que va a venir", sino que les llama a una liturgia de alegría porque "el Señor está ahora aquí y al alcance de la mano". La alegría de la espera se enfatiza por las constantes Aleluyas. La Epístola, tomada de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (5, 16-24), nos incita a regocijarnos “Hermanos: Vivan siempre alegres” y nos urge a prepararnos para encontrarnos con el Salvador a través de oraciones y súplicas y de acciones de gracia, mientras que el Evangelio de Juan (1, 6-8. 19-28) nos habla del Bautista y nos advierte que el Cordero de Dios está ahora entre nosotros, aunque parezca que no le conocemos “Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan”.