Porque una cosa te parezca difícil, no creo que sea imposible para otro. -Marco Aurelio- Por la evolución natural de la vida, van pasando los años y vamos madurando, pero vivimos en una sociedad que tiende a retrasar esa madurez y parece instalarse en el llamado síndrome de Peter Pan. Es muy conocido el simpático personaje del cuento de James Barrie (1860-1937), Peter Pan, un joven que quiere ser eternamente joven y vivir en Nunca Jamás, ajeno al mundo real. Es un cuento, una fantasía que entretiene y no perjudica; el problema se presenta cuando las historias se convierten en realidad y los personajes de ficción se encarnan en hombre y mujeres que, en este caso, no desean crecer, y, con frecuencia, sus familiares cuidan de ellos y los disculpan. Es un síndrome muy frecuente en los últimos años en Occidente, donde todo confluye para retrasar la edad de madurez con el caldo de cultivo hago lo que me apetece, con la posibilidad continua de escoger lo que quieras, a la hora que quieras y como quieras. Nos encontramos con adultos que continúan comportándose como niños —o adolescentes— sin ser capaces de tomar la responsabilidad de sus actos y de su vida adulta. Son personas que se resisten a crecer y tienen una marcada tendencia a la inmadurez emocional, a una fuerte inseguridad y a un gran temor a no ser queridos y aceptados por los demás. Tenemos que educarnos en la audacia. Crecernos ante las dificultades para hacernos más fuertes. Marcar con entusiasmo y realismo nuestras propias metas, empezando cada día, sin posponer la acción —por sistema— para más adelante, sin echar la culpa a terceros de nuestra ineficacia, ni envolvernos en el sambenito del destino. Por el contrario, nos vendrá muy bien batallar para llevar al día a día el dicho del futbolista irlandés Jim Goodwin (1981): «Muchas veces lo imposible es aquello que no ha sido intentado. Madurar es adquirir capacidad de adaptación y evolución a través del tiempo. Para eso, desde niños, debemos acostumbrarnos a ser realistas y tener proyectos afrontando cualquier acontecimiento, y responsabilizarnos de nuestros actos, pero sin dramatizar cuando surgen dificultades. En lo humano y en lo espiritual, debemos crecernos ante las dificultades, haciendo de los obstáculos peldaños, porque nos fijamos en las personas que borran de su vocabulario la palabra imposible. Y así, por mucho que nos influya el actual ambiente social, lograremos ir madurando sin caer en el síndrome de Peter Pan.