https://www.arguments.es/wp-content/uploads/comunicarlafe/2018/08/abusos-Iglesia-200x300.jpg" alt="" width="200" height="300" />Estamos viviendo una de las peores crisis y de los mayores escándalos de la Iglesia Católica, desencadenada por el informe del Gran Jurado recientemente publicado en Pensilvania sobre abusos sexuales cometidos por 300 sacerdotes sobre 1.000 menores de edad en los últimos 70 años. Por desgracia, no nos resulta novedosa la noticia de que se hayan cometido abusos una vez más por sacerdotes y religiosos. Son muchos los lugares que han sido escenario de estas atrocidades destapadas con el paso de los años: Estados Unidos, Canadá, Australia, Francia, Alemania, Reino Unido, Bélgica, Polonia, Irlanda, México, Argentina, Chile, y ahora, nuevamente en Estados Unidos, esta vez en Pensilvania. Es cierto que son delitos cometidos hace mucho tiempo; tanto es así que muchos de los autores han fallecido, y que cara a la ley, ya han prescrito la mayoría. Pero para la Iglesia, dada su gravedad, estos crímenes nunca prescriben.
La pregunta no es por qué hay tantos curas pedófilos, sino por qué hay un solo sacerdote pedófilo. <a href="https://www.youtube.com/watch?v=H-8mrTifsxU[/embed]">https://www.youtube.com/watch?v=H-8mrTifsxU Francisco ha declarado recientemente en un documental sobre el tema de los abusos: ''Frente a la pederastia, tolerancia cero. Los obispos deben remover de su función sacerdotal a los sacerdotes que tienen esa enfermedad, e incluso acompañar la denuncia de los padres en los tribunales civiles. Tolerancia cero porque es un crimen''. Y ha publicado una carta refiriéndose en concreto al escándalo de Pensilvania.
Ante estas noticias podemos llenarnos de ira, rencor y odio. Pero son actitudes que nos llevan a un callejón sin salida y no sirven de nada. Por eso, te proponemos estas cuatro actitudes, que llevan a construir puentes y sanar las heridas, para ahogar el mal en abundancia de bien:
Que haya dolor, implica reconocer y sentir el mal causado. El dolor nos lleva a no quedarnos impasibles ante el sufrimiento ajeno. Estos hechos nos causan un profundo dolor, tanto por la gravedad de su materia como por quiénes los llevan a cabo. Que quienes hayan cometido los abusos hayan sido sacerdotes, agrava todavía más el dolor causado por esos delitos. ¿Por qué? Porque los sacerdotes están llamados a curar el sufrimiento y las enfermedades del alma, a perdonar, a devolver la esperanza donde se ha perdido, a reconciliar el mundo con Dios, a querer a los hombres con el corazón de Cristo. Y con esos comportamientos, están destruyendo y haciendo lo contrario a todo esto. La corrupción de lo sublime se convierte en la escoria y la inmundicia más despreciable. Por eso es algo terrible. Por eso el dolor es un primer paso para evitar que vuelvan a darse, para poner todos los medios, humanos y sobrenaturales, para que no se repitan conductas similares.
Lo peor de todo es que haya habido quienes conociéndolos, no hayan hecho nada para evitar que sigan sucediendo. Los abusos nos resultan dolorosos y repulsivos. Pero nos quedamos más perplejos y decepcionados al ver que se ha vuelto la cara y se ha mirado para otro lado ante ellos; de que no se haya tenido ni el valor, ni la fortaleza, ni la caridad, de separar las manzanas podridas de las sanas, para evitar el sufrimiento de otras muchas personas. Nos duele ver que, por temor a dañar la imagen de la Institución, se prefiera tapar tan horribles crímenes y ocultarlos, como si el hecho de que no se conocieran fuera a restaurar el daño e impedir que se siguieran cometiendo más. Así expresó su dolor Francisco: ''Con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas. Hemos descuidado y abandonado a los pequeños''. El dolor es la primera manifestación de arrepentimiento y el primer paso para poder rectificar y cambiar. ¡Ya no más, nunca más!
Jesucristo nos ha dado ejemplo de perdón. En la Cruz, poco antes de morir, quiso que quedara constancia de ello. Exhalando su último aliento imploró el perdón de Dios Padre para quienes le habían llevado al madero: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. Pedir perdón y perdonar, son dos caras de una misma moneda, porque son dos formas de amar. Esto es compatible con la justicia. Como dijo Benedicto XVI: "La Iglesia debe aceptar la necesidad de la justicia, pues el perdón no sustituye la justicia". Perdonar no significa ocultar. Justicia y caridad van de la mano, porque el amor es el fundamento de la justicia.
La Iglesia es la suma de todos los cristianos; formamos el cuerpo Místico de Cristo. Jesús es la Cabeza, y los demás somos miembros vivos del cuerpo. Cuando aparece una infección en algún órgano del cuerpo, el resto de miembros sanos se resienten y debilitan, porque forman una unidad entre sí. Y viceversa. Si todos los miembros están sanos y fuertes, todo el cuerpo está vigoroso y robusto. Lo mismo la Iglesia. Jesucristo la vivifica, sanea y fortalece con su Gracia. Pero también cuenta con nuestra correspondencia. Quizás esto nos lleve a entonar el “Mea culpa”, porque quizás nos damos cuenta de que no hemos rezado lo suficiente por los sacerdotes, de que los hemos dejado solos. Quizás descubrimos que por nuestra conducta, también hemos podido escandalizar a otros y alejarlos de la Iglesia.
El cristianismo se expandió porque a la gente le atraía el estilo de vida de los primeros cristianos. Les maravillaba el modo con el que se trataban, hasta el punto de exclamar: “Mirad cómo se aman”. Por eso se bautizaban. No porque les convenciera el tratado de la Santísima Trinidad, sino porque veían bullir la sangre de Cristo en aquellos hombres. ¿Qué puedes hacer? Luchar por vivir siendo otro Cristo que pasa para los demás.
''Nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado'', ha reiterado Francisco. ''Si bien se puede decir que la mayoría de los casos corresponden al pasado, con el correr del tiempo hemos conocido el dolor de muchas de las víctimas y constatamos que las heridas nunca desaparecen y nos obligan a condenar con fuerza estas atrocidades, así como a unir esfuerzos para erradicar esta cultura de muerte; las heridas nunca prescriben''. El Papa nos pide ayuda para erradicar esta cultura de la muerte. Y para ello, está poniendo todos los medios a su alcance para que jamás vuelva a ocurrir algo así. Ésta es la mejor manifestación de dolor y arrepentimiento verdadero. En el documental ">http://documentales.romereports.com/page/2">Manzanas podridas se explica muy bien cómo era la mala gestión y práctica con que la Iglesia gestionaba estas situaciones hace unos años, y cuál es el protocolo y los mecanismos de control con los que las afronta ahora. <a href="https://www.youtube.com/watch?v=_cRATOnhNDc[/embed]">https://www.youtube.com/watch?v=_cRATOnhNDc Algunas de estas medidas son:
El modo de ayudar a erradicar los abusos no es suprimir el celibato sacerdotal. Tampoco permitiendo la ordenación de las mujeres. "La mayor persecución de la Iglesia no viene de los enemigos de fuera sino que nace del pecado de la Iglesia, que debe aprender de nuevo la penitencia, la purificación, el perdón y la justicia", Benedicto XVI. Por tanto, a lo que tenemos que hacer frente es al pecado. <a href="https://www.youtube.com/watch?v=vy7UQnO5gzM[/embed]">https://www.youtube.com/watch?v=vy7UQnO5gzM Sacerdotes santos. Eso es lo que la Iglesia y el mundo necesita. "Sólo Dios es la fuente de la santidad, y tenemos que dirigirnos sobre todo a él para pedir perdón, curación y la gracia de afrontar este desafío con un aliento sin compromisos y con armonía de intentos. Al igual que el Buen Pastor del Evangelio, los pastores deben ser entre sus fieles y su gente hombres que inspiran profunda confianza y que les llevan hacia aguas donde pueden descansar", Cf. Ps 22:2.
El celibato es un don de Dios. Por mucho que algunos se empeñen y quieran defender, no existe ninguna relación entre personas célibes y abusos sexuales. Son elocuentes las declaraciones y los estudios de Hans-Ludwig Kröber, director del Instituto de Psiquiatría Forense de la Universidad Libre de Berlín. Kröber militó en la juventud comunista y se proclama públicamente ateo. Su Instituto lleva a cabo estudios permanentes sobre antiguos casos de pedofilia, todos los años emite dictámenes sobre los autores y las víctimas de delitos de abuso sexual de menores. Según Kröber, que basa sus afirmaciones en estadísticas procedentes de los tribunales alemanes y de la Iglesia, nadie se vuelve pedófilo por carecer de contactos sexuales con una persona adulta. “Después de una fase de abstinencia sexual, uno no empieza de repente a soñar con menores y deja de soñar con mujeres atractivas: para un varón heterosexual los niños no de su interés y seguirán sin despertarlo”. "Los auténticos pedófilos son personas que tuvieron ya una viva actividad sexual precoz y no personas adultas con un superproducción hormonal por falta de pareja. La creencia de que la falta de pareja tarde o temprano desemboca en la pérdida de la orientación sexual original es científicamente una tontería". Y no es el único. El psiquiatra Manfred Lutz, uno de los más importantes expertos en este tema, afirma que las personas que viven la abstinencia sexual tienen menos riesgo de cometer abusos que los casados. Es más, la mayor parte de casos de abusos sobre niños se han dado en mayor medida entre las diversas denominaciones protestantes, donde los pastores pueden casarse.
En cambio, sí existen estudios y estadísticas que confirman la relación entre personas homosexuales y abusos. Por eso la Iglesia está tomando medidas en la preparación y selección de los nuevos sacerdotes. Se trata de asegurar su idoneidad para el ejercicio del ministerio sacerdotal. El profesor Kröber coincide en que “el verdadero problema de la Iglesia católica son sobre todo los sacerdotes homosexuales que no son capaces de vivir o que no quieren vivir la abstinencia sexual y que al mismo tiempo intentan disimularlo, de forma que a veces mantienen relaciones con homosexuales de sectores socialmente marginados". En un estudio del Vaticano, el 60% de los 3.000 casos estudiados se refieren a relaciones sexuales de carácter homosexual. Otro estudio en relación a un escándalo anterior en los EEUU, reveló que el 81% de las víctimas de abusos por parte de curas católicos eran varones. Otro de los grandes expertos en sacerdocio y pedofilia es Jenkins. Su obra más famosa y citada es "Priests and Pedophilia". En ella concluye como resultado de los datos de sus investigaciones que es tres veces más probable que los homosexuales sean pedófilos que los hombres heterosexuales. Aunque la pedofilia exclusiva (atracción hacia los preadolescentes) es un fenómeno extremo y raro, un tercio de los varones homosexuales sienten atracción por los adolescentes. La seducción de adolescentes varones por parte de homosexuales es un fenómeno bien documentado. Éste es el tipo más común de abuso obrado por sacerdotes y está directamente relacionado con el comportamiento homosexual.
Con todo esto, no es difícil caer en la cuenta de la importancia y trascendencia que tiene la formación inicial que reciben quienes se preparan para el sacerdocio, y la selección de los mismos. Recogemos un hilo del Padre Declan, muy elocuente acerca de este punto: <a href="https://twitter.com/i/moments/1032560755315499011[/embed]">https://twitter.com/i/moments/1032560755315499011
Como el mismo Francisco ha expresado en su reciente carta con motivo de los escándalos de Pensilvania, es necesario rezar y mortificarse: "La penitencia y la oración nos ayudará a sensibilizar nuestros ojos y nuestro corazón ante el sufrimiento ajeno y a vencer el afán de dominio y posesión que muchas veces se vuelve raíz de estos males. Que el ayuno y la oración despierten nuestros oídos ante el dolor silenciado en niños, jóvenes y minusválidos. Ayuno que nos dé hambre y sed de justicia e impulse a caminar en la verdad apoyando todas las mediaciones judiciales que sean necesarias. Un ayuno que nos sacuda y nos lleve a comprometernos desde la verdad y la caridad con todos los hombres de buena voluntad y con la sociedad en general para luchar contra cualquier tipo de abuso sexual, de poder y de conciencia".