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Esta obra del pintor sevillano es quizá la más conocida y utilizada para referirse a la Coronación de la Virgen. En un principio le fue atribuida a Alonso Cano, y todavía no se sabe con exactitud la fecha de realización, aunque guarda semejanzas con “Las hilanderas” y “La venus del espejo”. Se puede considerar una pintura excepcional dentro de la temática del artista, ya que su pintura religiosa suele estar mezclada con cierto carácter costumbrista y no destaca por su aspecto devocional. El misterio representado, La Coronación de la Virgen, apenas puede concebirse en otro orden. Dios Padre a un lado, Dios Hijo al otro y sobre Ella el Espíritu Santo. Es sin ninguna duda una obra maestra. Sin embargo, por encima de la calidad técnica, la composición, el dominio de las formas, etc., uno de los mayores aciertos del pintor es el rostro y la expresión de Aquella que está siendo coronada como Reina del universo. La suavidad y delicadeza de tonos y formas son el escenario perfecto para esta escena que protagoniza la muchacha hebrea. Ojos bajos, nariz recta, rasgos dulces, modestia, reverencia, emoción… Una joven preciosa que parece ajena a su grandeza, se deja coronar con humildad por Dios mismo, Padre, Hijo y Espíritu Santo. “Una gran señal apareció en el cielo: una mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Ap. 12,1). Una mujer así, vestida de sol, coronada de estrellas, la luna a sus pies… Pero con este rostro que le da el pintor sevillano, con esa delicadeza y esa humildad de quien agachando la cabeza dice: “Hágase”. Es la Reina y señora de todo lo creado. No precisa ser un dogma de fe para creerlo, ¡Nosotros volveríamos a hacerla Reina! La Madre del Rey de Reyes, ¿Qué menos podía ser? Reina y Señora de todo lo creado, recordémoslo cada vez que recemos el rosario, para evitar que se convierta en un conjunto de palabras vacías que dan titulo al quinto misterio glorioso. ¿Existe una protección mejor bajo la que dejar la creación entera? Ella ha dado su vida con un Sí. Su generosidad, su sencillez, su humildad, la grandeza de quien sabe hacerse pequeño ha hecho posible el milagro de nuestra Salvación. Ella es el modelo de entrega. ¿Y qué es una Reina si no alguien entregado a su pueblo, entregada por completo a nosotros? Nuestra Madre es la Reina de todo lo creado. Sus hijos, embajadores en la tierra de su dulzura, embajadores de su amor desmedido hacia cada hombre, hacia cada criatura, de su entrega y sencillez. ¿Es esto lo que ven cuando nos miran? Transforma nuestra mirada, Madre. Haznos ver con tus ojos, con esa mirada serena, limpia y desbordante de ternura que nos acerque a todos los hombres para poder descubrirles tu amor.