En innumerables ocasiones el Papa ha hecho referencia a la atrocidad de la guerra, a la necesidad de dejar a un lado las armas y buscar otras soluciones a los conflictos: "¡Silencien las armas! Quien hace la guerra olvida de la humanidad, no mira la vida concreta de las personas, sino que coloca delante todos los intereses del poder, se confía a la lógica diabólica de las armas que es la más alejada de la voluntad de Dios y se distancia de la gente común que quiere la paz. En cada conflicto la gente común es la verdadera victima que paga con su piel la locura de la guerra", Francisco durante el Ángelus el 27.II.22.
A diario es frecuente que haga alguna referencia de ello en su cuenta de Twitter.
El Papa que llegó del Este se convirtió en el primer Pontífice católico que viajó a un país de la Europa Oriental desde la Guerra Fría. "El comunismo no cayó porque Estados Unidos hubiese ganado la guerra fría o debido a que su escudo antimisiles destruyese las esperanzas bélicas de la gran Rusia, sino porque un hombre religioso, un Papa, un hombre del Este, había unido las conciencias de Oriente y las de Occidente en el altar universal de los derechos humanos", Navarro Vals en su libro "A passo d'uomo". El “Papa polaco” visitó por primera vez Polonia, su tierra natal, entre el 2 y el 10 de junio de 1979. Un viaje delicado, pues Polonia estaba bajo el yugo soviético. La actitud activa y el coraje de Juan Pablo II se evidenciaron. Se dice que sin esta visita papal y sin el Movimiento de Solidaridad nunca habría sucedido el derribo del muro de Berlín y el fin del gobierno comunista de Polonia. Para muchos este viaje fue el principio que desencadenó la caída del comunismo.
Los servicios secretos de Polonia sospechaban que Wojtyla tenía acceso a los documentos que implicaban directamente a los soviéticos en la matanza del bosque de Katyn. Se echaba así por tierra la propaganda comunista soviética que atribuyó siempre a los alemanes los viles asesinatos perpetrados contra los polacos. Los espías comunistas instalaron micrófonos en todas las residencias de Wojtyla. Su obsesión fue creciendo en paralelo a su fulgurante ascenso en la jerarquía católica, de obispo auxiliar de la arquidiócesis de Cracovia hasta cardenal, llegando a intentar incluso envenenarle cuando ya era Papa.
Hay muchas teorías sobre el intento de asesinato llevado a cabo por Ali Agca. La más extendida es que se habría fraguado en la URSS y que la KGB habría ordenado a los servicios secretos de la Bulgaria y Alemania Oriental llevar a cabo la tarea. El KGB habría ordenado al servicio secreto búlgaro asesinar al Papa por su apoyo decidido al anticomunista Solidaridad, federación sindical que era una de las amenazas más significativas a la hegemonía soviética en Europa del Este; como finalmente los hechos comprobaron. Una comisión parlamentaria italiana decidió que "más allá de toda duda razonable, los dirigentes de la Unión Soviética tomaron la decisión de eliminar a Juan Pablo II" y la transmitieron "a los servicios secretos militares". Esa comisión da por seguro que el atentado del 13 de mayo de 1981 fue ordenado desde Moscú y que Mehmet Ali Agca, el turco condenado por la agresión, fue un simple ejecutor al servicio de los comunistas dentro de una conspiración de vastas dimensiones. En 1981, el régimen marxista de Polonia empezaba a resquebrajarse y el apoyo del Papa Karol Wojtyla a los anticomunistas de su país era considerado inaceptable y peligroso por las dictaduras comunistas comandadas por la URSS. Acorde con el informe, de 34 páginas, Moscú temía el colapso de los regímenes soviéticos y quiso evitar con la fracasada muerte de Wojtyla que los satélites de su órbita siguieran debilitándose.
Aquel día se celebraba en la plaza de San Pedro una multitudinaria audiencia. El Papa, desde su jeep blanco, saludaba y sonreía a la gente, que aplaudía a su paso. Como tantas otras veces, había cedido al impulso de realizar la señal de la cruz en la frente de una criatura y se estaba reincorporando al vehículo cuando se oyeron unos disparos. Joaquín Navarro Valls fue testigo de aquel dramático suceso que nunca hubiera querido contar: «La figura blanca se inclina hacia el lado izquierdo. Lleva la mano derecha hacia al abdomen. Suena otro disparo. La figura se inclina un poco más aún. Suena otro disparo. El Papa mira en su mano derecha la sangre que fluye». Las balas alcanzaron al Santo Padre en el abdomen, la mano derecha y el brazo izquierdo. Cuarenta minutos más tarde entraba, consciente, en el quirófano de la Policlínica Gemelli, mientras en la plaza de San Pedro la gente se concentraba para rezar. Fueron momentos de incertidumbre, sufrimiento y oración, hasta que se dio a conocer que la vida del Papa estaba fuera de peligro.
¿Qué milagro le hizo sobrevivir al disparo certero de un asesino profesional? Según apuntes de Sor Lucía, citados por un testigo, al consagrar el mundo al Inmaculado Corazón de María, Juan Pablo II cambió el curso de la historia: evitó la guerra nuclear prevista para la década de los 80. Una guerra entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, hubiera costado millones de vidas y destruido docenas de ciudades. El tercer secreto de la Virgen de Fátima revelado a los pastorcillos hablaba de un «Obispo vestido de blanco» que «subía a una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran cruz de maderos toscos», donde resultaba «muerto por un grupo de soldados que le disparaban varios tiros de arma de fuego y flecha». Esto era «una visión profética» que sintetizaba y condensaba sobre un mismo fondo hechos que se prolongan en el tiempo en una sucesión y con una duración no precisadas. El «Obispo vestido de blanco» que rezaba por todos los fieles era el Papa, según la interpretación de los pastorcillos de Fátima. También él, caminando con fatiga hacia la Cruz entre los cadáveres de los martirizados (obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y numerosos laicos), cae a tierra como muerto, bajo los disparos de arma de fuego. Era la visión del atentado que sufrió en la plaza de San Pedro el 13 de mayo de 1981.
Y en el 13 de mayo del año siguiente, volvió a salvarse de otro ataque cuando acudió agradecido al santuario portugués de Nuestra Señora de Fátima a depositar como ofrenda la bala con que resultó gravemente herido. Juan Pablo II se dirigía al altar central de la basílica para bendecir a los fieles, una vez concluida la procesión de las velas, cuando un grupo de policías inmovilizó a un joven sacerdote español. Juan Fernández Krohn llevaba una bayoneta de 37 centímetros de longitud escondida, con la que se abalanzó para intentar apuñalar al Papa. Aunque aquel día se pensó que Juan Pablo II apenas se había enterado de lo ocurrido, pues continuó su viaje con aparente normalidad, el cardenal Stanislaw Dziwisz, que fue su secretario y su asesor más cercano durante casi 40 años, reveló en 2008 que cuando le llevaron de vuelta a su habitación «había sangre». De nuevo se había salvado. Y de nuevo, un 13 de mayo, ¿casualidad?
Por todo ello, ¿qué mejores aliados que Juan Pablo II y la Virgen de Fátima para detener la guerra en Ucrania? Consagremos Europa al Inmaculado Corazón de María, para que la paz vuelva a reinar en los corazones de cada pueblo. ¿Cómo? Con lo que tienes entre manos cada día, porque para un cristiano todo es ocasión de encuentro con Dios, de convertirlo en oración. Acude a ellos al levantarte y acostarte, ofrece tu trabajo o tu estudio, reza la oración que tanto le gusta a María -el santo Rosario-, intenta poner buena cara y sonreír cuando estás cansado, llegar puntual a los sitios, levantarte en cuanto suena el despertador, comer un poco más de lo que menos te gusta y un poco menos de lo que más te gusta... A continuación te dejamos la oración al Inmaculado Corazón de María que hizo Juan Pablo II.
«Madre de los hombres y de los pueblos, Tú conoces todos sus sufrimientos y sus esperanzas, Tú sientes maternalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas que sacuden al mundo, acoge nuestro grito dirigido en el Espíritu Santo directamente a tu Corazón y abraza con el amor de la Madre y de la Esclava del Señor a los que más esperan este abrazo, y, al mismo tiempo, a aquellos cuya entrega Tú esperas de modo especial. Toma bajo tu protección materna a toda la familia humana a la que, con todo afecto a ti, Madre, confiamos. Que se acerque para todos el tiempo de la paz y de la libertad, el tiempo de la verdad, de la justicia y de la esperanza».
La Santa Sede ha publicado el texto de la oración de Consagración y encomienda de la humanidad, y especialmente de Rusia y Ucrania, al Inmaculado Corazón de María que el Papa Francisco pronunciará al final de la Liturgia de la Penitencia en la Basílica de San Pedro, en la tarde del viernes 25 de marzo, fiesta de la Anunciación. La liturgia comenzará a las 17:00 horas (hora de Roma), mientras que la consagración tendrá lugar hacia las 18:30 horas. El Papa ha pedido a todos los obispos y sacerdotes del mundo que se unan a él en esta oración.
Acoge, oh Madre, nuestra súplica. Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra. Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación. Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo. Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar. Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear. Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar. Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad. Reina de la paz, obtén para el mundo la paz. Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz. Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada. Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27). Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti. El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria. Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania. Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará. A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo. Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios. Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén.
¿Qué relación hay entre Juan Pablo II y la Virgen de Fátima?