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Un zelote, llamado Simón, arrancó delante de un soldado romano la tablilla del decreto, que colgaba en la puerta de la Sinagoga. El Levítico prohíbe los censos para el pueblo, sobre el que solo manda Dios, el único Señor. Simón gritó en latín: "Ite! Ite!", que bien podría traducirse, por "¡Largaos de una vez!". Enseguida aparecen otros soldaos, salidos como de la nada, y abofetean a Simón. Lo atan y se lo llevan magullado no se sabe dónde. Quizá a las galeras que parten de Sidón. El miedo invade al pueblo.
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