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Salido ya el sol, que ahora aparece tarde en el este, todo está dispuesto para que la joven pareja comience el viaje hacia Judea. Hoy, gracias a Dios, hace un buen día, y corre una suave brisa templada, que viene desde el mar de Genesaret. María, sentada en el pollino, sufre sin rechistar los movimientos bamboleantes del animal, que va bajando hacia el valle del Jordán. José agarra sólidamente el arnés de cuerda de estopa del borrico, y procura ir frenando al asno, en la empinada cuesta abajo del camino. María sigue sonriendo, y no se quejará en todo el viaje de lo incómodo de su situación.
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