Al estilo del Expreso de Hogwarts de Harry Potter. Así se puede describir el tren en el que vamos viajando ahora mismo desde Varsovia hacia Cracovia. No tanto por la apariencia exterior, porque no se asemeja a una locomotora antigua; sino por la interior. Cada vagón está dividido en compartimentos de seis puestos: dos filas de tres sillas cada una que se enfrentan entre sí. Además, por el pasillo lateral, pasa una mujer con un carrito ofreciendo agua y café. –No, gracias –le respondo en inglés, como un automatismo que tiene el ser humano cuando no desea gastar dinero. –Es gratis –aclara ella riéndose–. ¿Qué quieren? Mi padre elige el café. Yo prefiero completar el tiempo de sueño que siento que me falta, así que no pido nada. Terminada la siesta, reparadora, contemplo cómo el sol empieza a esconderse por el horizonte. El reloj marca las 20.09. Ya casi podemos decir: “Cracovia, ¡aquí estamos!”.
En el vuelo Bogotá-Madrid no vimos ningún peregrino. O más bien, no nos percatamos de ningún signo que delatara a alguno que fuera a la JMJ. En el avión, nos sentamos al lado de una chica venezolana de 25 años, residente en EE.UU. Se llama Andrea y viaja rumbo a Roma. Algo habremos dicho por teléfono cuando nos despedíamos de mi madre y mi hermano que Andrea de inmediato nos preguntó si nos dirigíamos al “Encuentro de la juventud”. Lo admitimos y ella mostró una inmensa alegría: “Polonia, ¡la tierra de Santa Faustina!”. De carácter vivaracho, Andrea no tardó en entablar una conversación con nosotros. Habló de sus peregrinaciones, de la vida de su parroquia, de sus ganas de ir a Medjugorje, del bien que le había hecho el movimiento Emaús a su familia… y confesó su devoción a la Divina Misericordia. –Bueno, ya te enviaré un ejemplar del Diario de Santa Faustina a tu casa –le prometí, medio en broma, medio en serio.
Curiosamente, el Diario de Santa Faustina alcanzó más fama antes en Estados Unidos y en México que en la misma Polonia. Según cuenta Marcin Kazmierczak en su guía imprescindible para la JMJ Cracovia 2016, el Arzobispo de Cracovia Karol Wojtyla no tuvo conocimiento del Diario hasta que un prelado estadounidense le suplicó durante el Concilio Vaticano II que le contara todo sobre Sor Faustina. Wojtyla reconoció que no sabía quién era la monja. Entonces el obispo le replicó que era la autora de un Diario en el que relataba las apariciones que tenía de Jesús, en las que el Señor le mostraba los secretos de la Misericordia Divina. De hecho, sus feligreses –de Massachusetts– practicaban las formas de culto a la Divina Misericordia que sugería Sor Faustina en su Diario. El arzobispo polaco le cuestionó cómo se enteraron sus fieles del culto a la Divina Misericordia. El prelado americano le respondió que por la emigración de algunos polacos a Estados Unidos debido a la persecución nazi. Sin embargo, sus feligreses, a pesar de conocer el mensaje, no sabían prácticamente nada del Diario (dónde había ido a parar), ni de su autora. Después de esa sesión del Vaticano II, Karol Wojtyla se dirigió al convento en el que había fallecido Sor Faustina en Cracovia y preguntó a la superiora si todavía conservaban el Diario. La religiosa replicó que varios teólogos lo habían examinado y declararon que allí no había nada digno de interés. Aún así, mandó a buscarlo y se lo enseñó al arzobispo. En realidad, se trataba de seis libretas de colegio. Wojtyla solicitó un resumen del contenido de las libretas para el día siguiente, que viajaba a Roma. Sor Beatriz Piekut trabajó toda la noche en él. Ella se convertiría luego en la vicepostuladora de la causa de canonización de Sor Faustina. Y, cómo no, quien llevaría a cabo la beatificación (1993) y posterior canonización (2000) de la autora del Diario sería el entonces Arzobispo de Cracovia, después Juan Pablo II.
Llegados a Madrid, nos despedimos de Andrea. Ahora sí que comenzamos a encontrar más peregrinos. Se ve que la responsable que nos atendió en inmigración ya había recibido a unos cuantos. –¿Qué van a hacer en España? –De paso hacia Polonia. –¿Al encuentro con el Papa? ¿Son ustedes demasiado cristianos? –Eso lo dirá Dios –me salió. –Recen, recen. Recen por este compañero mío –señaló a uno que estaba a su lado–, que es muy cristiano. –Sí, se le ve en la cara. Recogimos las maletas y buscamos a qué Misa podíamos asistir. Encontramos que se celebraba una Eucaristía en la Terminal 1 de Barajas a las diez de la mañana. Fenomenal. Desayunamos y nos encaminamos al oratorio un rato antes para rezar. Después, ya hacia las once, hicimos el check-in. En la sala de espera, por fin presenciamos grupos de peregrinos pululando. Un obispo por allí, unos panameños con camisetas que llevaban la palabra "peregrino" en varias lenguas por allá... En fin, encontramos gente yendo hacia Cracovia de República Dominicana, Panamá, España, Chile, México, Portugal, Brasil, Puerto Rico y Ecuador. Y eso que esto apenas comienza.
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