https://www.arguments.es/wp-content/uploads/arte/2014/05/salviati-duda-tomas-catequesis-arte.jpg|https://www.arguments.es/wp-content/uploads/arte/2014/05/Francesco_salviati_incredulità_di_san_tommaso.jpg' style='height:auto;max-width:500px;width:100%;display:block;margin:auto;object-fit:cover'>
LAS DUDAS DE TOMÁS DÍDIMO No es de extrañar que los que no fueron testigos de la resurrección del nazareno –como nosotros- fueran incrédulos ante algo que la razón no puede entender. Si existe una evidencia, esa es la muerte. Y lo que no es palmario ni razonable, es que un muerto resucite. Esa incredulidad-absolutamente comprensible por otra parte- es lo que sucedió con el discípulo llamado Tomás el Dídimo. Según nos relatan los evangelios, el Maestro se apareció a todos los apóstoles reunidos en un mismo lugar. Pero no a todos. Faltaba Tomás. Cuando éste regresó, junto con sus compañeros de duelo, afirmó rotundamente que aquellas voces que animaban a la ilusión de haber visto a Jesús resucitado, eran producto de la imaginación. Es más: hace ante todos, una apuesta a su razonabilidad (Juan, 20, 25) “si no veo en sus manos la señal de los clavos [de la cruz](...) y no meto mi mano en su costado [herida efectuada por la lanzada], no lo creo”. Aunque pudiera parecer, no es una postura soberbia, arrogante o engreída. Es sencillamente razonar algo lógico sin haber visto. Pero el Rabbí quiere dar una prueba contundente de su resurrección a las dudas legítimas de Tomas Dídimo. Al poco Jesús reaparece ante los apóstoles y esta vez Tomás sí está con ellos. Hay que imaginarse el pasmo de aquel discípulo incrédulo. Salviati, nos enseña como aquel se postra en actitud de adoración, pues en aquel momento ve más que un hombre: ve la divinidad. El Dídimo dice:(Juan 20, 28) “Señor mío y Dios mío”. El nazareno, con absoluta comprensión, responde: “trae tu dedo aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado”. La escena fue asombrosa, pues aquel hombre que amó a Jesús con locura ahora entiende todo y ama con mayor rectitud. La bandera que porta el resucitado es el emblema que utilizaron los cristianos desde el principio para hacer alusión a la victoria de Jesús sobre la muerte. Los torsos son algo retorcidos, propios del manierismo y la sala neoclásica es el típico recurso italiano. El cuerpo hermoso del Nazareno, nos muestra sus llagas de manera diáfana, enseñando el cuerpo completo. Salviati era contemporáneo de Miguel Ángel, y también era de Florencia.