Estas ideas han sido tomadas del profesor Jordi Rodríguez Virgili, en las clases de Comunicación Política de la Universidad de Navarra, y han sido adecuadas a la comunicación de la fe en la opinión pública. Muchas de ellas son las mismas ideas sin ningún cambio, pero otras han requerido una mayor adaptación.
No es lo mismo no dar toda la información o decirle al periodista que no se le puede contar más. La mentira conduce siempre a una pérdida de credibilidad personal o de la institución.
Para llevar a cabo esta tarea es clave conocer la propia institución, de modo que se pueda diseñar la agenda informativa y proponer temas a los medios de comunicación. Hemos de tener clara la jerarquía entre las diversas noticias y saber cuáles son las importantes. También hay que buscar enfoques atractivos para vender historias (imágenes, escenarios, ligar la información a temas de actualidad, humanizar las historias poniendo rostros de gente concreta, datos que contextualicen la noticia y uso de las nuevas tecnologías).
Transformar un tema largo y complejo en un mensaje corto es una parte importante y difícil. Si no eres capaz de contar tu historia en un minuto, no tienes estrategia. La sencillez no es un añadido para ahorrarse trabajo: se trata de transmitir nuestro mensaje con las palabras que utiliza la gente de la calle.
La opinión pública tarda mucho en digerir la información. Se te recordará por una cosa o, como mucho, por dos o tres. Pon todo tu empeño en ellas.
En los medios, lo interesante prima sobre lo importante. Hay que hacer interesante lo importante y para conseguirlo, hay que tratar los temas que le interesan a la gente. Recordar que los medios buscan siempre historias.
Cada medio precisa de un tipo de información distinta en función de si son nacionales o locales, o si son radio, televisión o prensa. Por esto, importa mucho avisar de las noticias aportando un material completo y con la antelación suficiente, atendiendo las peticiones sin dar largas. En el caso de que los medios saquen noticias desfavorables no hay que dejar de atenderlos, sino que hemos de continuar informándoles de nuestras actividades.
Tener claros los titulares que queremos que aparezcan en los medios antes de conceder la entrevistas y llevarlos preparados (pensar en el corte de radio, en el total de televisión o en el titular de la prensa digital o escrita). Si hace falta escribirlos antes y memorizarlos. Englobar las preguntas que nos hagan dentro de un tema que tengamos preparado, procurando responder a lo que se nos pregunta.
Atender por igual a los que mandan y a los que no. La tentación, en algunas ocasiones, puede ser hablar solamente con los jefes, pero hay que cuidar a los redactores que elaboran la información. En las reuniones de redacción ellos podrán defender un titular o enfoque informativo concreto y gozan de la confianza de sus jefes. Para mejorar el trato se pueden hacer encuentros informales para conocerse mejor.
La actualidad no para, los medios no paran, los gabinetes de prensa tampoco. Hay que planificar la actividad de nuestro equipo de comunicación para poder atender a la prensa en cualquier momento (también durante los fines de semana). Es más fácil frenar una información cuando solo es un teletipo o un mensaje en las redes sociales, que cuando se ha extendido más. Hay que seguir las informaciones durante las 24 horas del día.
No hay que llamar a los periodistas por no haber acudido a una rueda de prensa, sacar una mala foto, sacar una noticia pequeña o por no hacer mención de ella. En cambio, sí es conveniente llamar si hay una incorrección, una mentira, un insulto, una declaración sacada de contexto o si no se concede la oportunidad de replicar. En algunos casos, puede convenir escribir cartas al director o si se trata de un hecho más grave, acudir a los tribunales. Si hemos de llamar, es mejor llamar al periodista de pie, ya que conoce de primera mano la noticia.