Uno de los periodistas encargados de cubrir el viaje papal estaba descansando en Londres después de escribir sobre el segundo día de Benedicto XVI en dicha ciudad. En la mesa de al lado había dos mujeres que miraban sin demasiado interés el seguimiento en directo de la llegada del Papa a Hyde Park. Dos miembros de Catholic Voices estaban siendo entrevistados y comentaban, explicando con precisión y entusiasmo, lo que el Papa significaba para ellos, para los católicos y para el Reino Unido. También contaban por qué creían que el viaje en cuestión era un beneficio para la sociedad en general. Una vez hubieron terminado, una de las mujeres se giró y le dijo a la otra: “Bueno, parece que no todos están locos.”
El periodista nos dijo: “¡Habéis ganado el partido!”
El poder de estas reacciones no es algo fácil de medir. Sin embargo, bastante gente que vuelve a la Iglesia después de muchos años o que decide interesarse por convertirse al catolicismo, suele alegar haber oído o visto a alguien decir algo que les causó impresión y seguía dándole vueltas en la mente.
No obstante, no suele ser el resultado de una discusión brillante o de una frase bonita. Casi siempre se trata de una “reformulación”: un prejuicio o una preconcepción que es rebatida o incluso dada la vuelta. A esto lo llamamos “conversión”. Nuestro modelo es San Pablo, quien pasó de ser un perseguidor profesional de cristianos a uno de los testigos más famosos de Jesús. Su conversión le trajo una nueva forma de ver las cosas. Tras escandalizarse por el cristianismo y habiendo querido destruirlo, se dio cuenta de que lo que le escandalizaba no era otra cosa que la Verdad.
Catholic Voices existe para contarle a la gente la verdad sobre la Iglesia y que así la puedan ver con otros ojos.
En la Introducción, hablamos de cómo la fe católica puede “escandalizar”: incita reacciones bruscas así como preguntas difíciles. Dijimos que el escándalo es un obstáculo en el camino. Hace que la gente se pare y piense; que se pregunte cosas. Y esto puede significar el comienzo de un nuevo camino: un camino que nos lleve a ver la vida de otra manera. O por el contrario, que nos lleve a abandonar el camino y darnos la vuelta, de lo que nos previene Jesús.
El cometido de Catholic Voices es entrar en ese momento preciso, el momento del “escándalo”, cuando la gente todavía no se ha dado la vuelta pero está indignada, confundida o curiosa. Cualquier reto es para nosotros una oportunidad de ser testigos: disipar malentendidos, difundir luz donde hay mito y confusión, demostrar empatía y compasión así como una visión más profunda.
El enemigo de ese testimonio es el deseo de “vencer” y “derrotar”. Una actitud de rivalidad y victoria, de ganadores y perdedores, de “nosotros contra ellos”, de “bien y mal”… Este es el idioma de las batallas y ataques, de la guerra y la persecución. Hay algunos católicos a los que les gustaría levantar el puño en contra de los que atacan a un Papa que, según ellos, está siendo injustamente atacado en temas como la adopción por homosexuales o el abuso sexual clerical. Pero aunque tienen el derecho a defenderle y a explicar mejor las cosas, también deberían evitar formar parte del ciclo de acusación y defensa.
Tomemos como ejemplo a Jesús en el Evangelio según San Juan: a pesar de ser acosado y denunciado continuamente, nunca adopta la actitud de víctima amenazada.
https://www.arguments.es/wp-content/uploads/comunicarlafe/2012/02/Benedicto-XVI-en-el-Reino-Unido-300x150.jpg" alt="" width="500" height="250" />Y, como es bien sabido, nadie está más fuera de ese ciclo que el mismo Papa Benedicto. ¿Qué fue lo que hizo tras aterrizar en Escocia? Bendijo al país, agradeció su hospitalidad, besó bebés y derritió corazones. Dijo palabras fuertes, palabras provocadoras, a los que le escuchaban; pero eran palabras razonables, llenas de compasión y dichas con convicción. No daba órdenes, sino que hacía un llamamiento. Demostró compasión, empatía y verdadero amor. Por ese testimonio que dio de si mismo, la gente del Reino Unido estuvo dispuesta a escucharle. Esa fue su victoria, el único tipo de victoria que tenemos que perseguir.
Este es el último principio para comunicar la fe en positivo.