Marzo de 2015. Francisco lleva ya dos años como Papa. Uno de los periodistas corresponsales en El Vaticano, Juan Vicente Boo, se da cuenta de esto: "El balance del pontificado de Francisco es ya muy notable". El Papa ha conseguido "un gran impacto en el mundo en un plazo brevísimo".
Por eso, Boo —periodista del diario español ABC— decide escribir "El Papa de la alegría". El libro, publicado recientemente, examina el papado de Francisco hasta ahora. Y concluye, como lo refleja el título, que una de las claves para entender este pontificado es la alegría. Una alegría que el Papa "contagia también a personas en graves dificultades".
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Foto cedida por J.V. Boo
La primera oleada de libros fueron biografías y colecciones de textos del cardenal Bergoglio o del Papa. Pero al terminar el segundo año me di cuenta de que el balance de su pontificado era ya muy notable, y de que estaba teniendo un gran impacto en el mundo en un plazo brevísimo. Me decidí a escribirlo porque, como antiguo corresponsal en Bruselas, Nueva York y Hong Kong, puedo aportar el contexto mundial en muchos temas que otros vaticanistas desconocen.
Él mismo comentó que en su época de arzobispo tenía un gesto demasiado serio y preocupado porque se sentía responsable de resolver muchos problemas, y eso le agobiaba. Al ser elegido Papa se dio cuenta de que ahora la responsabilidad le desborda tanto que la única actitud posible es la confianza plena en Dios. Eso le da una serenidad y alegría, que contagia también a personas en graves dificultades. He visto llorar a Francisco en Tacloban, la ciudad filipina destrozada por un tifón sin precedentes. Sus lágrimas consolaban a los damnificados.
Al cabo de muy poco tiempo empecé a encontrar personas que se sentían más alegres gracias al Papa. Notaban que les ayudaba a ser más positivos en la vida de cada día y más comprensivos con los demás en la casa y en el trabajo. La Iglesia católica es una asombrosa familia espiritual de mil doscientos millones de personas. El mensaje ha calado en la base, que es lo importante.
Sí. Ha calado enseguida entre los obispos con sentido de misión en muchísimos países de América y otros continentes. Son apóstoles alegres, evangelizadores en sintonía natural con la alegría y el sacrificio, que van juntos. Ha tardado más en calar en algunos países de Europa, sobre todo en los espiritualmente más envejecidos, lo mismo que entre algunas personas con mentalidad burocrática en El Vaticano. Al cabo de tres años de observar este fenómeno tengo la impresión muy clara de que entre los obispos, la mayor o menor sintonía con Francisco es proporcional al número de fieles corrientes, de personas normales con las que hablan cada semana. Quienes viven aislados o se mueven solo en medios eclesiásticos le entienden menos.
A estas alturas está claro que es problema de “entendederas” más que de “explicaderas”. El Papa es absolutamente fiel y seguro en la doctrina, y uno de los mejores comunicadores desde los tiempos de los Apóstoles. Es curioso que algunas personas “pontifiquen” sobre lo que debería hacer el Pontífice. Por desgracia, yo no puedo ayudarlas a salir de su error. Si no tienen confianza en Francisco, ¿por qué deberían confiar en mí?
El Papa utiliza el lenguaje sencillo de la calle, como hacía Jesús, y lo hace en términos coloquiales, informales, que llegan muy bien a miles de millones de personas, pues le escuchan con interés hombres y mujeres de otras religiones y culturas. Si hablase solo a través de documentos, su impacto evangelizador sería infinitamente más limitado.
A veces hay malentendidos que responden a palabras menos acertadas cuando, en el avión, vuelve cansado de los viajes, o a la malicia de algunos periodistas. Son problemas menores. Pero el punto esencial es que, como san Juan Pablo II, el Papa comunica mediante gestos de gran ternura con los refugiados, las personas excluidas, los ancianos, los enfermos o las personas que han perdido la casa en terremotos.
[Si quieres saber más sobre Juan Vicente Boo, lee nuestra entrada Periodistas que informan sobre la Iglesia]