Francisco Villacampa
El pasado día 13 el cardenal protodiácono Jean-Luis Tauran pronunció el nombre de Jorge Mario Bergoglio como nuevo papa. Un pontífice latinoamericano y jesuita, pero también un papa de 76 años, demasiado anciano para hacer frente a la relación con los medios de comunicación. Los candidatos ideales para lidiar con los medios eran Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, y Luis Antonio Tagle, que ocupa el mismo cargo en la diócesis de Manila. El primero, norteamericano y sonriente ante los medios, bromista con los periodistas y siempre cercano, con su gorra de béisbol. El segundo, un auténtico fenómeno mediático: cuenta con un programa semanal desde 2008 en la televisión filipina y su página oficial de Facebook acumula más de 130.000 seguidores. Eran los papables perfectos para comunicar. O eso parecía.
Para los medios de comunicación, los gestos son muy importantes. En los días previos al cónclave los cardenales norteamericanos, liderados por el arzobispo de Houston, Daniel di Nardo, y el de Boston, Sean Patrick O´Malley, cada día ofrecían una rueda de prensa en el North American College para informar sobre las reuniones previas al cónclave. Pero antes de comenzar la elección del papa, el 7 de marzo, se suspendió la aparición prevista ante los medios. En vez de los esperados cardenales norteamericanos, apareció el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, indicando que se suspendían las ruedas de prensa y que el único que podía hacer de interlocutor ante los medios era él. Noticia en bandeja para elpais.com: “El Vaticano prohíbe las ruedas de prensa de los cardenales norteamericanos”. Un gesto.
Pero el papa Francisco ha comenzado su pontificado con otro tipo de actitud. Nada que ver con el talante antes del cónclave. Cuando salió al balcón justo después de ser elegido pidió que rezaran por él. Solicitó la bendición al pueblo de Roma. El titular de eluniversal.com fue, por ejemplo, “El Papa pide la bendición al mundo”. Un primer gesto.
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En el encuentro con los periodistas del sábado agradecía de un modo muy cercano la labor de los alrededor de 6.000 profesionales acreditados: “Expreso, pues, un agradecimiento especial a vosotros por vuestro competente servicio durante los días pasados –habéis trabajado ¡eh!, habéis trabajado–”. En el mismo acto, saludó personalmente al periodista ciego Alessandro Forlani, acariciando también a su perro lazarillo. En abc.es aparecía como titular ese mismo día: “El Papa Francisco bendice a un periodista italiano… y a su perro guía”. Otro gesto.
Buena parte de la comunicación consiste en comprender el trabajo de los periodistas y la importancia de los gestos. Aunque el papa Francisco probablemente no lo sepa, quizá sea el pontífice de los medios. De momento está poniendo de su parte.