">http://www.arguments.es/wp-content/uploads/lachispa/2014/09/bondad-3.jpg"> El afán de perfección hace a algunas personas totalmente insoportables. -Pearl S. Buck- Los griegos consideraban que lo divino era lo perfecto y que el hombre logra la perfección haciendo el bien, aquello que constituye el ideal verdadero de nuestra realidad personal, la meta adecuada a nuestro ser. Aunque parezca una contradicción, incrementar la propia bondad es la mejor forma de responder a quien desee dañarnos. Así nos lo enseñó el sabio griego. Le preguntaron a Demóstenes, máximo orador de Grecia y del mundo antiguo, qué podrían hacer los hombres para parecerse más a los dioses. Y Demóstenes respondió: Hacer el bien a todas hora. La bondad es una inclinación a hacer el bien unida a cierta apacibilidad de carácter y buen temple. Es una actitud de amabilidad, afectuosidad, comprensión y conmiseración. La persona bondadosa hace el bien de manera acogedora, tranquila serena, paciente. La actitud acogedora, complaciente y esperanzada se expresa perfectamente en el gesto de sonreír apaciblemente. En la sonrisa sincera se revela toda la persona sonriente, es decir: abierta encantadoramente al encuentro con los otros. Pero ¡ojo!, no hay que confundir la amabilidad con la mansedumbre bovina, sumisa, indolente o blandenguería. Una sonrisa sana y sincera exige una buena dosis de alegría honda, reflejo de la seguridad que produce el estar asumiendo un valor que nos permite desarrollarnos como personas constructivas. Se puede y se debe ser bondadoso y compasivo , comprensivo y amable sin dejar de ser firme, exigente y tenaz. No caigamos en el error frecuente de equivocar bondad con bonachonería blanda o permisividad dulzona. La bondad es la virtud en la que una persona renuncia a la indiferencia común y mira con amor a los demás. Se manifiesta cuando consideramos con cuidado las decisiones que podemos tomar, y nos inclinamos por aquella que nos parece mejor para garantizar el desarrollo y la felicidad de quienes nos rodean La bondad se asienta en un sano optimismo, ese que nos predispone a juzgar las personas y los acontecimientos bajo el aspecto más favorable. Las realidades en la que se funda un creyente optimista son, de una parte, el poder de la gracia de Dios, y de otra, el hombre mismo, en el que hay más reservas morales y religiosas de las que normalmente suponemos. Y si estamos conectados a la Fuente de la Bondad, nos costará, pero siempre tendremos energías para responder a los agravios haciendo el bien a todos a todas horas.