">http://www.arguments.es/wp-content/uploads/lachispa/2014/10/aburrirse-e1413278212638.jpg"> Si eres cristiano y estás aburrido, es una contradicción. -Martin Breton- Siendo profesor de Filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires, Jorge Luis Borges le pidió a una alumna su opinión sobre la obra de William Shakespeare. Ésta contestó: -Me aburre. Pero al instante puntualizó: -Al menos lo que ha escrito hasta ahora. Borges, sin alterarse, le respondió: - Tal vez Shakespeare todavía no escribió para vos. A lo mejor dentro de cinco años lo hace. Dicen que una de las enfermedades de nuestros tiempo es el aburrimiento, es algo inexplicable porque cuando se ha alcanzado cotas inimaginable de diversiones, hay cantidades ingentes de personas que se aburren. Jamás se vieron tantas caras aburridas: "tengo un aburrimiento mortal", oímos decir a veces. Y lo malo es que es cierto: viven en un aburrimiento asesino que, poco a poco, va ahogando sus almas. Y no estoy hablando de ese aburrimiento breve y transitorio que todos padecemos de cuando en cuando; no, hablo de ese aburrimiento como forma de vida que carece de horizontes. Aunque cualquier persona puede sentirse aburrida en un momento dado y de manera esporádica, a veces, el aburrimiento se convierte para algunas personas en algo crónico que puede tener consecuencias negativas para su bienestar. Por ejemplo, el aburrimiento puede empujar a una persona a comer o beber en exceso, o a recurrir a juegos de azar. El aburrimiento es más peligroso en la adolescencia, pues puede empujar a los adolescentes a implicarse en actividades de riesgo o autodestructivas. ¿Cómo se puede uno aburrir con la cantidad de cosas apasionantes que nos ofrece la vida? ¡Pero si no tenemos tiempo ni de disfrutar del 10% de las maravillas de la creación! ¿Cuántos paisajes, por ejemplo, configuran la faz de la tierra? ¿Cuántos veremos en nuestras vidas? ¿Cuántas profesiones hay?¿Cuántas conoceremos en nuestros años de existencias? De los 7.000 millones de habitantes que somos, ¿con cuántos me relaciono? Y de los millones de comidas y sabores, ¿de cuántos llegamos a disfrutar? ¿De una millonésima parte? ¿Y aún así tenemos tiempo para aburrirnos? Cuando se quiere algo de verdad, desaparecen del vocabulario las palabras aburrimiento, cansancio, desilusión, etc., pero cuando se ha puesto el horizonte de la plenitud en la algarabía bullanguera, uno se vacía y, lógico, se aburrirá hasta con Shakespeare, porque contra el vacío la solución no está en el alboroto, sino en llenarse.