">http://www.arguments.es/wp-content/uploads/lachispa/2021/07/Egabrense-A.jpg"> La ironía es un arma de doble filo, los que la entienden se enfadan, y los que no, también. -Luisfer Martínez- Cuentan las crónicas parlamentarias que, en las antiguas Cortes franquistas, a finales de los años cincuenta o principios de los sesenta del pasado siglo XX, don José Solís Ruiz entonces ministro secretario general del Movimiento, defendía un proyecto de ley para aumentar el número de horas dedicadas al deporte en los colegios en detrimento del estudio de las lenguas clásicas (del latín concretamente). En medio del discurso se preguntó: ? ? —Porque, en definitiva, ¿para que sirve hoy el latín?? ? Don Adolfo Muñoz Alonso, natural de Valladolid, profesor de la Universidad Complutense y amante de la cultura, no pudo contenerse y desde su escaño increpó al Sr. Solís ? ? —Por de pronto, señor ministro, para que, a su señoría, que ha nacido en Cabra, le llamen egabrense y no otra cosa. Es fácil ser alabado por irónico, pero muy difícil ser alabado por profundo. La ironía es la crítica superficial, un recurso de forma que no se centra en ningún momento en el contenido. De entre las aberraciones expositivas me parece que la más dañina es la irónica. La ironía tiene un único y marcado fin: la burla; y un único resultado: el populismo. Cuando uno es irónico se convierte en amado y odiado a partes iguales, pero difícilmente deja indiferente El uso continuado de la ironía, lejos de ser un rasgo de elegante ingenio, puede llegar a ser en realidad un arma de doble filo con la que minar nuestra autoestima. Bien es cierto que, en ocasiones, este recurso puede parecernos muy original, y que quienes lo utilizan, pueden a veces darnos una falsa imagen de sutil atractivo y sentido del humor. ¿Qué hay en realidad detrás de sus personalidades? Individualismo, algo de prepotencia y un peculiar talento para despreciar a quienes están a su alrededor. El creador de la «ironía mala» suele lanzarnos comentarios que buscan en realidad, ponernos en evidencia de algo. Pero existe esa otra ironía que nunca viene mal para destensar un poco una situación. Es ese rasgo ingenioso que nos ayuda a sonreír. Esto es lo que llamamos sin duda «ironía positiva», esa que no hace daño y que no busca atacar a nadie. No obstante, no podemos pasar por alto esa otra que pretende, conscientemente, hacer daño a quien se tiene enfrente. El uso de la ironía puede dar lugar a grandes momentos de hilaridad, pero creo que, vivir de forma irónica, tiene más desventajas que ventajas. Sería estupendo, llegado el caso, tener la agilidad y lucidez mental, para ironizar elegantemente llamando a uno egabrense y no otra cosa.