Matar en nombre de Dios es una aberración. Los cristianos no podemos callar cuando se atenta en nombre de Dios contra cualquier hombre o mujer, como ocurrió ayer en los ataques terroristas en París. Por eso, aunque no seamos ni el papa, ni cardenales u obispos, decimos como Pueblo de Dios: ¡En nombre de Dios no se mata! En cambio, en nombre de Dios pedimos perdón por las atrocidades cometidas contra cualquier ser humano en nombre de Dios y la religión; también por las que hemos hecho nosotros, como hizo san Juan Pablo II en su momento. En nombre de Dios pedimos perdón a las víctimas y a sus familiares, tanto de los ataques terroristas de ayer como a los que los han sufrido en el pasado. En nombre de Dios pedimos perdón porque a veces hemos callado cuando se atentaba contra la dignidad personal del ser humano. En nombre de Dios queremos perdonar a los que, por sucesos como los de ayer, se enfadan con Dios y ven en la religión un peligro que debe acabar de una vez por todas. En nombre de Dios queremos perdonar a los que “no saben lo que hacen” y realizan atentados terroristas para expandir lo que en realidad no es una religión, sino una ideología del odio y la maldad. En nombre de Dios queremos perdonar, desde la Cruz, a quienes nos persiguen tanto en Oriente como en Occidente. Nosotros no optamos por comunicar la fe a través de la violencia y la falta de razón. Comunicar la fe, más bien, exige pedir perdón y querer perdonar.