">http://www.arguments.es/wp-content/uploads/lachispa/2020/12/Es-más-agradable-2A-1-1.jpg"> La inteligencia es un don, la amabilidad es una elección. -Jeff Bezos- Debería ser algo tan natural como el andar o el comer, pero en esta sociedad tan tosca en la que vivimos, el gesto me llamó la atención. Iba a salir de un local en el mismo momento que entraba un joven. Se detiene y me hace un ademán, para que pase yo primero, saludándome con una leve sonrisa. Puede que sea una menudencia, pero es un acto que me llamó la atención, acostumbrados como estamos a ver tantos jóvenes groseros, adultos maleducados y viejos quejosos. Un sencillo acto que me llenó el alma de simpatía, de cordialidad, de confianza en el trato con el otro. Tengo la impresión de que necesitamos con urgencia, proponer de nuevo una palabra sencilla, pero totalmente ridiculizada en nuestros días: la amabilidad o, si queréis, la cortesía. Henry Drummond (1851-1897), escocés, escritor y conferenciante decía que la amabilidad es un rasgo de la caridad, virtud que se mide, sobre todo, por las cosas pequeñas. Pequeñas, asequibles, practicables por cualquiera, porque todos tenemos capacidad para amar a los que nos rodean con gestos de amabilidad. Amar quiere decir también tratar a los demás con respeto, con afabilidad, atención, delicadeza, finura, en resumidas cuentas, lo que siempre se ha llamado cortesía, buenas maneras, buenos modales, buena educación. Y es que, hasta por egoísmo, nos vendría bien ser educados, porque quien agrada manda. Lo dice monseñor Della Casa: El que sabe acariciar a las personas, con pequeño capital hace un gran negocio. La cortesía hace su aparición en el cortejo de los valores que nos invitan a reinventar detalles acogedores, para escapar a las formas más embrutecedoras y salvajes del egoísmo ramplón. Por supuesto que puede haber sinvergüenzas amables, pero no estoy hablando de ese lado oscuro del entresijo de algunos individuos, ni de los perversos juegos de envidia que se cuecen en algunos intereses, ni la maldad gratuita que aflora en determinadas ocasiones, ni de ciertas inclinaciones nocivas con las que parece que nacen algunas personas, ni de la indiferencia estudiada que mueve a algunos intereses. El que haya espinas no quiere decir que no deban cultivarse rosas. Es decir, tenemos que hacer el esfuerzo para conseguir una sociedad más amable para que, en la vida cotidiana, la cortesía, la amabilidad, las buenas maneras cobren toda su importancia y así, este buen trato, establezca una agradable coexistencia entre individuos llamados a vivir juntos. Y es que, se mire como se mire, es más agradable recibir disculpas que insultos, sonrisas que muecas, atenciones que indiferencias, excusas que pisotones, ceda el paso que atropellos. Es más agradable.