">http://www.arguments.es/wp-content/uploads/lachispa/2018/03/Michael-Jordan-HE-FALLADO-.jpg"> De pequeño era tan malo jugando al fútbol, que los del equipo contrario me abrazaban. -Leo Harlem- Uno de los beneficios de la humildad es enseñarnos a sacar provecho de los fracasos, porque la humildad facilita que no nos hundamos ante los posibles fracasos e, incluso, aprendamos de ellos, lo cual es muy importante para no rendirse nunca, y seguir intentándolo hasta conseguir la meta. Michael Jordan, ganador de seis anillos de la NBA con los Chicago Bulls, y considerado el mejor jugador de baloncesto de la historia, afirmaba: —He fallado más de nueve mil tiros en mi carrera. He perdido alrededor de trescientos partidos. Veintiséis veces me confiaron el punto ganador y fallé. He fallado y fallado y fallado. Y gracias a eso he podido triunfar. El fallar debe aleccionarnos y no desanimarnos, porque valorar los fracasos es lo que nos hace capaces de sentirnos humildes, de creer que podemos acertar, cuando llegue la próxima ocasión. O la próxima, o la siguiente… La aceptación humilde de las propias limitaciones es necesaria, por otra parte, para dejar de estar a la defensiva frente a los demás, y tener una mayor amabilidad en el trato social. En la película Secretos de un matrimonio o Escenas de la vida conyugal (en sueco: Scener ur ett äktenskap), escrita y dirigida por Ingmar Bergman, el protagonista de la película explica así las razones de su cambio de carácter: —Quizás haya dejado de defenderme a mí mismo…, creo que he descubierto mi verdadera dimensión, y que he aceptado mis limitaciones con una cierta humildad. Eso me hace amable… Es muy importante en la vida conocer nuestros puntos débiles, para no tropezar con ellos una y otra vez. Nadie es perfecto, ni tiene la fortaleza necesaria para afrontar con éxito todas las situaciones. Es muy práctico tener presente que, a veces, en la vida gana no el que tiene más fuerza, sino el que conoce el alcance de sus fuerzas. No se trata de ser un encogido, pero tampoco un iluso. No es prudente exponernos a situaciones complicadas de las que no podamos salir; pero una vez decididos a realizar algo, aunque sea costoso, las dificultades y los fallos no nos deben detener, porque (parece una contradicción, pero es ley de vida) para triunfar hay que fallar; como, a veces en la montaña, para subir hay que bajar; por eso deberíamos tener con nosotros, como un amuleto, las palabras de Michael Jordan: He fallado y fallado y fallado. Y gracias a eso he podido triunfar.