">http://www.arguments.es/wp-content/uploads/lachispa/2018/03/muerte-hermana-gemela.jpg"> La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos. -Antonio Machado- He oído nombrar a la muerte de mil maneras: el final de todo, la parca, la puerta de la esperanza... Para José Luis Martín Descalzo: Morir sólo es morir. Morir se acaba. / Morir es una hoguera fugitiva. / Es cruzar una puerta a la deriva; / y encontrar lo que tanto se buscaba. Pues bien, en un tratado de psicología leí que la muerte es la hermana gemela de la vida. Y le dan un enfoque terapéutico al tema. Rafael Santandreu, en su libro El arte de no amargarse la vida, asegura que enfrentarse a la realidad de la impermanencia de todas las cosas —empleando el lenguaje de los budistas—, a la inevitabilidad de la muerte; aceptar este hecho natural, inevitable e incluso bueno, es sano a nivel psicológico porque nos permite quitarle gravedad a todo. La muerte lo relativiza todo. La muerte lo relativiza todo: por eso en nuestra tradición cristiana se ha dado siempre gran importancia a la meditación sobre la muerte, de tal forma que uno de los cauces de crecimiento espiritual en el catolicismo, ha estado siempre unido a la meditación sobre la muerte. Meditación que, para ser sana y sanadora, tiene que tener como punto de referencia la resurrección. Pues bien, aunque parezca increíble, la psicología cognitiva también anima a pensar en la muerte, a tenerla siempre en cuenta, porque ayuda a desdramatizar los acontecimientos traumáticos que, inevitablemente, de vez en cuando, nos acontecen. Dicen los psicólogos que pensar en la propia muerte es uno de los mejores mecanismos para madurar y tranquilizarse, para ganar en equilibrio, en fuerza emocional. José María Pemán en su obra El divino impaciente, cuenta que, en la despedida de Ignacio a Javier, antes de partir para las Indias, le da unas cuantas normas y consejos: No te acuestes una noche sin tener algún momento meditación de la muerte y el juicio, que a lo que entiendo, dormir sobre la aspereza de estos hondos pensamientos, importa más que tener por almohada, piedra o leño. El gran sentido práctico de la equilibrada psicología de san Ignacio, lo impulsó a aconsejar a san Francisco Javier a no temer a la muerte sino a aprender de ella, pues, bien enfocada, la muerte no es una desgracia, no es el final de nada, sino el principio de una nueva existencia y, por ello, la hermana gemela de la vida.