No hay propiamente edad de la vejez. Se es viejo cuando se comienza a actuar como viejo. -Georges Clemenceau- El sueco Ingmar Bergman (1918-2007), considerado por algunos como el más grande director de la historia del cine, que vivió 89 años, afirmaba que «envejecer es como escalar una gran montaña; mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena». En general, salvo excepciones que no hacen más que confirmar la regla, todos opinamos que merece la pena vivir la vida, aunque, como es lógico y natural, no todo el mundo la vive con la misma intensidad, ya que, en función de nuestras inquietudes, manera de ser y espíritu emprendedor, podemos aprovechar el tiempo mejor o peor. Me comentaba, Juande, un amigo: ?Chico, ¿qué quieres que te diga? Mientras a muchos de mis amigos le entra la «depre» al llegar a los cuarenta, yo los acabo de cumplir y tengo más ganas de hacer cosas que nunca. Con los cuarenta me ha llegado una vitalidad y unas ganas de aprovechar el tiempo que no recuerdo haber experimentado antes. De seguir así, a los ochentas (que pienso llegar) seguiré montando en bici. Inevitablemente, mientras Juande hablaba, no pude evitar pensar en otros compañeros que, cumplidos los cuarenta, sienten que la vida se les va, que lo mejor ya ha pasado, que muchos de sus sueños se han quedado en eso: sueños, y entran en una especie de estado de ánimo depresivo. Sí, una vez más, la clave está en la actitud porque vivir la vida depende del vividor, de la disposición con que nos enfrentamos a los cuarenta, a los veinticinco o a la jubilación. Hay que reconocer que no siempre es ni fácil ni sencillo encarar nuestra existencia con el ánimo adecuado, y que este depende mucho de los objetivos que sepamos marcarnos para motivarnos; así pues, a mí me parece que la clave está en saber rodearse de un entorno y de unas circunstancias que nos ilusionen, que nos animen a seguir avanzando hacia el propósito propuesto. Y esto hará, seguro, que nos sintamos vivo a cualquier edad. Es verdad que cada persona es un mundo y que lo que a unos motiva a otros puede desmotivar, pero, dentro de esta diversidad, toda edad tiene sus propios frutos que se logran luchando por alcanzar nuevos desafíos; por eso, si siempre tenemos un objetivo en mente, vamos a disfrutar de la vida a los cuarenta o más.