">http://www.arguments.es/wp-content/uploads/lachispa/2019/02/LO-DECIDES-TÚ-e1550838796472.jpg"> Nuestra suerte no se halla fuera de nosotros, sino en nosotros mismos y en nuestra voluntad. -Julius Grosse- Érase una vez dos hermanos gemelos, idénticos en el físico como dos gotas de agua, criados en la misma familia, con un padre problemático que con frecuencia se emborrachaba y maltrataba a toda la familia. Alguna que otra vez, también tenía problemas con la policía. Ante semejante ejemplo, cada uno de los gemelos reacción de una forma distinta. Uno, dejó la escuela y, aún joven, se convirtió en alcohólico. Cuando se casó era un vivo retrato del comportamiento de su padre: poco trabajo, mucho alcohol, maltrato a la familia, problemas con la policía… Cuando le preguntaban por qué actuaba así, respondía: ?Con un padre y una infancia como la que tuve, ¿cómo hubiera podido ser distinto? El otro hermano nunca dejó de estudiar. Buscó trabajo, se casó y fue un buen padre y un atento esposo. Con el tiempo se hizo empresario y aportó mucho a la comunidad. Un día le preguntaron a qué creía él que se debía el éxito que tenía en su vida, y respondió: ?Con un padre y una infancia como la que tuve, ¿cómo hubiera podido ser distinto? Generalmente pensamos que son nuestros sentimientos y nuestras ideas los que determinan nuestro comportamiento. Y así es, porque nuestras ideas, sentimientos, creencias, paradigmas, tienen ciertamente mucha influencia en nuestro modo de actuar. Cierto, pero también es cierto lo contrario: nuestro comportamiento tiene influencia sobre nuestras ideas y nuestros sentimientos. Cuando dedicamos nuestra atención, nuestro tiempo, nuestro esfuerzo a alguien o a algo, con el tiempo vamos desarrollando sentimientos hacia el objeto de nuestra atención. Nos apegamos a todo aquello a lo que prestamos atención, a lo que dedicamos tiempo, a lo que servimos. Cuando nos decidimos a amar a los demás, y dar lo mejor de nosotros mismo por ellos, y actuamos en consecuencia con ese compromiso, con el tiempo, se crean sentimientos positivos hacia esa gente a la que acabamos apreciando. Lo que ocurre es que, con demasiada facilidad, rehuimos la responsabilidad de nuestros actos y damos por sentado que todo lo que va mal es por culpa de otro. Cualquier excusa es buena para evitar el comprometedor interrogante: Y yo, ¿qué puedo hacer? Los genes y el ambiente tienen influencia en nosotros, pero seguimos siendo libres de hacer nuestras propias elecciones. Lo vemos en el ejemplo de los gemelos: nacen del mismo óvulo, crecen en el mismo hogar… y, sin embargo, son dos personas distintas. Concretando, educativamente hablando, lo importante no son los factores externos, sino el uso que hacemos nosotros de esos factores. Y eso, lo decides tú.