El alma más fuerte y mejor constituida es la que no se enorgullece ni enerva en los éxitos, y a la que no abaten los reveses. -Plutarco de Queronea- Aunque su vida parece de ciencia ficción, Blas de Lezo fue un vasco (1689-1741), oficial de la marina española que, aunque era cojo, tuerto y manco «Mediohombre», consiguió resistir el ataque de 195 navíos ingleses con apenas 6 barcos. Su carrera militar empezó en 1704, con quince años, cuando se enroló de guardiamarina. Ese mismo año se quedaría cojo en la batalla de Vélez-Málaga. Una bala de cañón se llevó la pierna izquierda de Blas de Lezo, pero él continuó en su puesto de combate. Le tuvieron que amputar la pierna, debajo de la rodilla, sin anestesia, y cuentan las crónicas que el muchacho no profirió ni un lamento durante la operación. El ojo lo perdió dos años después, en la misma guerra, tras el impacto de un cañonazo, una esquirla se le alojó en su ojo izquierdo. Perdió así para siempre la vista de este, pero quiso continuar en el servicio y no abandonarlo. Finalmente, cuando tenía 26 años, en la guerra de Sucesión, en julio de 1714, se acercó demasiado a las defensas enemigas y recibió un balazo en el antebrazo derecho que le rompió varios tendones y le dejó manco para toda su vida. Y así, tras quedar cojo, tuerto y sin brazo, Blas de Lezo pasó a ser conocido como el Almirante Patapalo o el Mediohombre. Su leyenda había comenzado. La persona tenaz retiene la dirección tomada, se mantiene fiel a la tarea emprendida, a la promesa dada, aunque no le sea fácil esta fidelidad porque, en determinadas ocasiones, ser consecuentes requiere valentía, coraje y buen ánimo. Quien tiene este vigor pone corazón en lo que hace, aplica coraje, es animoso, se deja el alma en cuanto emprende. El ánimo, el coraje, la valentía constituyen un valor que posibilitan, a quienes los poseen, la consecución de sus ideales. Se concretan en una actitud que adopta la persona con esfuerzo hasta convertirlos en un hábito que facilita el logro de lo propuesto. Debemos educarnos para la confianza y la audacia. El miedo paraliza las energías, bloquea la capacidad de iniciativa, oscurece la mente. Cuando el miedo nos envuelve se convierte en angustia y debilita nuestra voluntad al máximo. Es verdad que nuestras cualidades nos condicionan, es cierto que las circunstancias nos influyen, no podemos negar que la educación nos mediatiza, pero es la determinación la que, realmente, nos puede convertir en Mediohombre o en hombre y medio.