">http://www.arguments.es/wp-content/uploads/lachispa/2018/06/O-lobas-e1530265979794.jpg"> Las mujeres con pasado y los hombres con futuro son las personas más interesantes. -Chavela Vargas- Catalina Benincasa, conocida como santa Catalina de Siena O.P. (1347-1380) doctora de la Iglesia y copatrona de Europa, era, como somos todos, hija de la cultura de su tiempo. Su biógrafo, Raimundo de Capua, imagina un diálogo de la santa con Jesucristo. Catalina enumera las razones que, a su entender, hacen que el sexo sea «despreciable» y «repugnante al Señor». Pero Jesús le replica: ?¿No he sido yo quien formó uno y otro sexo? No hay para mí hombre o mujer, plebeyo o noble, sino que ante mí todos son iguales. Daré, pues, al mundo mujeres frágiles y no doctas, sino dotadas por mí de fuerza y sabiduría divina, para confusión de la temeridad de los varones. Catalina será, precisamente, testigo de esa elección divina al ser un frágil instrumento que influyó decisivamente en los grandes acontecimientos de su tiempo. Respecto a la figura femenina en general, se habla de varias cualidades: belleza, bondad, abnegación, inteligencia, capacidad de sacrificio, sensibilidad, intuición, acogida maternal, fortaleza, etc. Honoré de Balzac (1799-1850) famoso novelista francés representante de la llamada novela realista del siglo XIX, escribió: Una mujer hermosa es agradable a los ojos, una mujer buena es agradable al corazón. La una es una perla, la otra un tesoro. Aunque desde nuestra perspectiva actual podemos ver en la frase un sesgo machista, tiene, sin embargo, un aspecto aceptable, porque la belleza exterior agrada y es un ornato semejante a la joya que uno lleva; pero la bondad es un manantial vivo de felicidad parecido al tesoro que permite una vida serena. El feminismo radical y la ideología de género, viven del enfrentamiento hombre-mujer, incluso contradiciendo la naturaleza, luchan por hacer una mujer masculinizada y un hombre afeminado. No buscan la realización personal como indica Mary Wollstonecraft: Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas, y, siguiendo la dialéctica marxista, no buscan complementar y enriquecer, sino enfrentar, dividir, debilitar. Propiamente parece que hay personas dominadas por un gran complejo de inferioridad que, incapaces de ver y aceptar serenamente sus limitaciones y bondades, su única satisfacción es la destrucción del enemigo. Qué bien les vendría a estas personas un poquito del irónico humor de Woddy Allen: En mi casa mando yo, pero mi mujer toma las decisiones. Y, sinceramente, lo que se me hace difícil de entender es por qué ese afán destructivo del enfrentamiento hombre-mujer, puesto que, ante los ojos de Dios, todos somos iguales. Claro que, si falta Dios, ya no somos iguales, sino lobos. O lobas.