">http://www.arguments.es/wp-content/uploads/lachispa/2018/03/Ser-una-bendicion-1-e1521835459291.jpg"> Siempre me he inclinado a pensar bien de todo el mundo; evita muchos problemas. -Rudyard Kipling- Me contaba un amigo, que conocía a un afamado arquitecto, que todos los días, antes de salir de casa, hacia la siguiente reflexión-oración: ?Padre, tú eres el Maestro Arquitecto. No me permitas nunca «martillear y serrar» con tanto estrépito que tú no puedas hacerte oír para discutir conmigo tus planos y proyectos. Mi negocio es tu negocio. Actúa a través de mí para construir buenas casas y una buena vida. Ayúdame a ser una bendición para todos aquellos con quienes trate. Soy de los que piensan que se obtienen más beneficios tratando de ser una bendición para los demás, que tratando de buscar que los demás nos bendigan. Ser una bendición es estar siempre disponible para decir una palabra de aliento, de esperanza, de ánimo a todos aquellos que están pasando malos momentos. Hay numerosas y asequibles formas para convertirnos en una bendición para los demás. Unas veces será aportando bienes materiales; otras, ofreciendo el beneficio de nuestra experiencia. La clave está en irnos convirtiendo, poco a poco, en personas valiosas capaces ?y dispuestas? a ser una bendición para los demás. La ley de la felicidad indica que una parte real del trabajo de nuestra vida, contribuya a que las cargas de otras personas resulten más ligeras de llevar. En la medida en que nos aproximemos humildemente a la multitud de expresiones acogedoras, y seamos agradecidos potenciando la riqueza interior de nuestras vidas, en esa medida, nos convertiremos en bendición para los que nos rodean. Nadie es creyente auténtico, nadie puede ser un ciudadano constructivo, si no está dispuesto a desear para los demás, lo mismo que desea para él. Debemos compartir nuestros dones para darles la oportunidad de acrecentarse en nuestras vidas. Cuando compartimos con otras personas nuestros valores, estos tienden a multiplicarse al modo natural de toda siembra. Si compartimos semillas de plantas con la naturaleza sembrándolas en la tierra, la cosecha que se recoge conlleva un incremento; del mismo modo, cuando pronunciamos palabras amables, la amabilidad se multiplica en nuestras vidas de forma natural. Esto nos proporcionará esa felicidad interior que produce el bien hecho, como magistralmente lo expresa José María Pemán en La Sementera: Que es verdad que, aunque hay quien nunca logrará entenderlo, hay un goce en hacer el bien por solo el goce de hacerlo. Y, estad seguros, a base de ser receptivos y atentos a las necesidades de los otros, terminaremos siendo una bendición para los demás.