">http://www.arguments.es/wp-content/uploads/lachispa/2022/05/Tambien-yo-puedo-dar-2a-e1651963107783.jpg"> Debemos aprender a vivir juntos como hermanos o vamos a perecer juntos como tontos. -Martin Luther King, Jr- Cuentan que hace ya muchos, muchos años, vivía, en medio de un bosque, un pueblo feliz porque se sentía protegido por su maga-bruja-curandera, Cubruma, que dedicaba todo su tiempo a saber y atender las necesidades de sus vecinos. Pero desde hacía algún tiempo, Cubruma se obsesionó con encontrar el remedio universal para todos los males: la panacea. Se encerró en casa a investigar y desatendió a los vecinos porque ya no tenía tiempo para ellos. Una mañana desapareció del pueblo y se marchó a buscar los ingredientes necesarios para conseguir la panacea. Cuando volvió, años después sin haber encontrado los ingredientes, se encontró un pueblo feliz. ?¿Estáis todos bien?, preguntó Cubruma. ?Sí, contentos y felices gracias a la panacea, respondieron los vecinos. ?¿La panacea? ¡Me habéis robado la fórmula!, gritó iracunda Cubruma. ?En absoluto, dijeron los vecinos. Cuando tú ya no tenías tiempo para nosotros y, sobre todo al marcharte, comprendimos que teníamos que ayudarnos entre nosotros, echarnos una mano unos a otros: dar una sonrisa o una caricia, dar un poquito de nuestro tiempo, estar simplemente el uno para el otro, escucharnos unos a otros, consolarnos, aliviar penas… ?Esta es ?dijo entusiasmado un vecino? la panacea, cuyo principal ingrediente es el amor, y solo el amor, porque él es el auténtico remedio para todos los males. All you need is love, el amor es todo lo que necesitas, dice una canción de los Beatles. El amor es verdaderamente una panacea, un remedio para todos los males. Nadie puede decir que no lo necesita, y nadie debería estar desprovisto de él en el «armario» del corazón. El amor es indispensable para que una persona se sienta viva y se desarrolle conforme a la verdad, tanto de manera individual como comunitaria. El amor es el medio idóneo para crear una sociedad justa, solidaria y pacífica. Para los que tienen, tenemos fe, el amor de Dios es una gran panacea aplicable para toda la humanidad. En la Biblia, Salmo 147,3, está escrito: Dios sana los corazones afligidos y venda sus heridas. Hay personas, sin embargo, que prefieren ignorar esta panacea universal que, además, es gratis, no cuesta nada. La panacea no existe en las farmacias, ni en los grandes almacenes, ni en las entidades bancarias, ni en las promesas políticas, pero la tenemos al alcance de la mano siempre que caemos en la cuenta de que también yo puedo dar. Y, sobre todo, dar tiempo.