Un fetiche

01/07/2022 | Por Arguments

Antonio Rojas

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El hombre superior piensa siempre en la virtud;  el hombre vulgar piensa en la comodidad. -Confucio-  

Según la RAE, fetiche es un ídolo u objeto de culto al que se atribuyen poderes sobrenaturales, especialmente entre los pueblos primitivos. Es decir, un fetiche es un objeto al que se le atribuyen propiedades mágicas. Un ejemplo: hay pueblos primitivos que creen que una figura totémica, una escultura, protege a la tribu de infortunios. O, actualmente, llevar tal o cual amuleto produce…, lo que sea. El problema de los fetiches es que no tienen ese poder que la imaginación los confiere. ¡Es falso! El fetiche no es una explicación válida   de cualquier desgracia, desastre, desventura, calamidad, infelicidad, revés o fatalidad. Y, claro, después de una decepción tras otra, el fetiche acaba por perder poder y deja confundido al fetichista. Pues bien, uno de los fetiches más extendido en nuestra sociedad es el de la comodidad. Y no es que sea malo un cierto grado de comodidad, el problema está cuando la convertimos en el clásico muñeco de madera pintado con colores fosforescentes, el tótem trivial que resuelve todas nuestras dificultades, y nos allana el camino de la felicidad. No es cierto. Un ejemplo. Tengo amigos enamorados de la montaña; les encanta andar por las montañas disfrutando de la naturaleza, de la paz, de la fauna y de la vegetación. ¿Es una afición cómoda? En absoluto. Soportar la climatología, patearse las laderas durante horas, dormir en una tienda de campaña o al aire libre, no es precisamente cómodo. ¡Pero les encanta! Son felices con su costosa, incómoda, afición. Eso sí, cuando llegan a casa y disfrutan de la comodidad de una buena ducha, comida y cama: ¡qué felicidad! Pero esa dicha producida por la comodidad del hogar es temporal. No pueden vivir mucho tiempo en la comodidad del hogar y necesitan volver a la feliz incomodidad de las montañas. A modo de síntesis o conclusión, apuntaría:

  • La comodidad, como el chocolate, es buena en pequeñas dosis.
  • La comodidad, como todo, requiere equilibrio y para conseguirlo, nos vendría bien renunciar a una buena parte de comodidad diariamente.
  • Debemos eliminar de nuestra escala de valores la idea de que necesito estar cómodo para ser feliz. Este planteamiento convierte la comodidad en un fetiche con propiedades mágicas que no tiene.

Si logramos que no nos importe tanto la comodidad, seremos más libres para disfrutar de la vida. Y, para ello, hay que hacer el esfuerzo diario de librarnos de la comodidad como fetiche.

* Foto de Gaelle Marcel en Unsplash 

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