No trates de ser una persona exitosa, sino una persona valiosa. -Albert Einstein-
Rafa había sido un estudiante brillante destacando tanto en el estudio como en el deporte y en las relaciones sociales. Nadie dudaba de que triunfaría en la vida. Cincos años después, Pepe, uno de sus antiguos condiscípulos se encontró con él y estuvieron hablando. —Soy un desastre, Pepe —dijo casi llorando—. No sé qué voy a hacer…, no sirvo para nada… —Te equivocas, Rafa. Mira — dijo Pepe mientras sacaba un billete de 50€—, ¿Qué ocurre si yo arrugo, pisoteo, mancho… este billete, ¿sigue valiendo 50€? —Por supuesto, te has ensañado con ese billete, pero no ha perdido ni un céntimo de su valor. Todo lo que hay que hacer es cambiarlo en un banco. —Tampoco tú has perdido ni un ápice de tu valor, Rafa —dijo Pepe con una sonrisa—. Aunque la mala suerte se haya ensañado contigo, sigues siendo el mismo tipo brillante que admirábamos en la universidad. Y eso, querido amigo, es lo único que importa.
Cuando nos sentimos oprimidos por los avatares de la vida, lo primero que se suele resentir es nuestra autoestima, esa confianza que tenemos en nosotros mismos. Pero esta confianza o autoestima, no es un don que traemos al nacer ni una bendición que nos cae del cielo. Es una actitud que debemos trabajar y desarrollar en base a nuestros auténticos valores y aptitudes personales. Si algo caracteriza a los personajes que consideramos afortunados y triunfadores, es la gran cantidad de fracasos que han decido afrontar en su camino hacia el éxito. Grandes artistas, empresarios célebres, magos de las finanzas, hombres y mujeres que han alcanzado las cumbres de la fama y la fortuna, parecen enorgullecerse de los desastres y tropiezos que también les ha deparado el destino. Es más, muchos de ellos aseguran que los fracasos fueron imprescindibles para poder construir con mayor solidez sus propósitos. Para hacer crecer la autoestima y convertir los fracasos en éxito, es necesario tomar precauciones preventivas, disponer de estrategias alternativas, saber aguantar el tipo, disponernos a correr nuevos riesgos y confiar. Si a esas condiciones añadimos una buena dosis de optimismo, nunca estará de más. Optimismo racional, siempre; pero ¡ojo!, para convertir los fracasos en éxitos se exige algo más que pensar que la botella está medio llena. Una de las principales cualidades que permiten tener la fortuna de nuestro lado es una indestructible confianza en lo que valemos, aún en medio de las peores calamidades.