Vivir a lo anfibio

16/07/2022 | Por Arguments

Antonio Rojas

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Se conoce mucho mejor  el fondo del valle cuando se está en las cumbres de las montañas. -Napoleón Bonaparte-

Cuentan que mamá rana dormía a sus tres ranitas contándoles cuentos «del más allá»: ?Bueno, pues como os decía, no es verdad que exista solo este mundo líquido y umbroso en el que vivimos y nos movemos. No, hijos míos, precisamente por encima de nosotros hay otro mundo maravilloso ?yo lo he visto? donde la luz domina espléndidamente, las flores expanden perfumes, hay pájaros que vuelan y cantan, y mil maravillas más que hacen que nuestro mundo de aquí empalidezca y no tenga casi ningún atractivo. A la mañana siguiente los tres renacuajos comentan a su profesor, el lucio Marfondo, los cuentos de su madre. Marfondo, los tranquiliza: ?Son eso: cuentos. Yo nunca he visto un pájaro ni un árbol. ¡Nunca!  En la sala de profesores hablan del tema con cierta preocupación: ?¡Ay con las ranas, esta extraña gente que pretende que existan dos mundos! Y, encima, se lo inculcan a sus pobres hijos arruinándoles la cabeza. Por su parte, mamá rana, en una de sus salidas a la superficie, comentaba con su amigo el pájaro Alazul: ?Los niños no me creen, hablan entre ellos y se guiñan los ojos.  ?No te preocupes ? le dijo Alazul? ya lo verán con sus propios ojos. Tú, mientras tanto, no te canses de hablarles de ese mundo superior que ahora no ven, pero al que inevitablemente llegarán en su día.  ?Tienes razón, Alazul, no me dejaré abatir, mantendré en pie la esperanza. La fábula tiene una aplicación clarísima: hay personas que viven como la rana, abiertas a las cosas del «mundo de arriba», y hay personas que viven a «lo Marfondo», inmersas en las realidades materiales, sin más horizontes que lo que ven y tocan. Y es que, en cierto sentido, ¡somos anfibios!, podemos vivir dos vidas: la vida según la carne, que desea solo los bienes de la tierra, y la vida según el espíritu, que desea los bienes del cielo. San Pablo, en la carta a los Romanos 8, 5-6, dice: Pues los que viven según la carne desean las cosas de la carne; en cambio, los que viven según el Espíritu, desean las cosas del Espíritu. El deseo de la carne es muerte; en cambio el deseo del Espíritu, vida y paz. Pero cuidado, porque siguiendo el ejemplo de la fábula, hay un peligro actualísimo en nuestra época: vivir a lo anfibio llevando una doble vida.  

* Foto de Wayne Robinson en Unsplash 

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