De las 8 encíclicas que publicó San Juan XXIII durante su pontificado, una de ellas la dedicó al rezo del santo rosario: Grata Recordatio. En esta breve encíclica publicada en septiembre de 1959, San Juan XXIII invita a rezar el rosario para pedir por la paz y las misiones, así como por el desarrollo del Concilio Vaticano II. En el año 1960 San Juan XXIII escribió otro documento sobre el rezo del rosario. En este caso fue una carta al vicario de Roma, ">https://w2.vatican.va/content/john-xxiii/es/letters/1960/documents/hf_j-xxiii_let_19600928_ottobre.html">L'ottobre che ci sta innanzi, en la que invita también a rezar esta oración. Además de estos dos documentos, San Juan XXIII publicó también una carta apostólica sobre el rosario llamada “Il religioso convegno”, publicada en el mes de septiembre de 1961. Este es el documento en el que profundiza de modo más extenso y concreto en la devoción del rosario. En esta última carta, en un anexo propone una contemplación propia de los misterios del Rosario (en aquel momento 15, ya que los Misterios Luminosos no los añadiría San Juan Pablo II hasta el año 2002). Después de leer estos documentos podemos señalar algunas enseñanzas de San Juan XXIII acerca del Rosario: 1. El Rosario es una oración para todos: es una oración sencilla, que pueden rezar todos. Niños, ancianos, enfermos, laicos, sacerdotes...
"¡Qué bello es siempre el Rosario del niño inocente y del enfermo; de la virgen consagrada al retiro del claustro o al apostolado de la caridad, siempre en la humildad y en el sacrificio; del hombre y de la mujer, padre y madre de familia, alimentados por alto sentido de responsabilidad noble y cristiana; de las modestas familias fieles a la antigua tradición doméstica; de las almas recogidas en silencio y abstraídas de la vida del mundo al que han renunciado, aunque debiendo siempre vivir con el mundo, pero como anacoretas, entre las incertidumbres y las tentaciones!" (Il Religioso Convegno). ¡Oh Rosario bendito de María; cuánta dulzura al verte sostenido por la mano de los inocentes, de los sacerdotes santos, de las almas puras, de los jóvenes y de los ancianos, de cuantos aprecian el valor y la eficacia de la oración, llevado por innumerables y piadosas multitudes como emblema y como bandera augural de paz en los corazones y de paz para todas las gentes humanas! (Il Religioso Convegno).
2. El Rosario es una oración importante en la vida de la Iglesia: en las primeras líneas de Grata Recordatio y al inicio de Il Religioso Convegno, San Juan XXIII se refiere a uno de sus predecesores, León XIII, que escribió nada más y nada menos que 11 encíclicas relativas al rosario y la Virgen María. Juan XXIII se refiere así a estas encíclicas en Grata Recordatio:
Eran una fuerte y persuasiva invitación a dirigir confiadas súplicas a Dios a través de la poderosísima intercesión de la Virgen Madre de Dios, mediante el rezo del santo rosario. (Grata Recordatio). Recordamos ahora cómo aquel gran Pontífice, que fue ya luz y guía de nuestro espíritu en nuestra formación, desde nuestra niñez a la aurora del misterio sacerdotal, al llegar el mes de octubre volvía cada vez a invitar al mundo cristiano al rezo del Santo Rosario, propuesto a todos los hijos de la Iglesia como ejercicio de santa y beneficiosa meditación, como alimento espiritual de elevación y como intercesión de gracias celestiales para toda la Iglesia. (Il Religioso Convegno).
3. El Rosario es una oportunidad de profundizar en la vida de Jesús a través de la contemplación de los misterios. Cada misterio trata de un pasaje del Evangelio. Si lo consideramos antes de rezar el misterio durante unos pocos segundos podemos profundizar en cómo vivieron Jesús y María los momentos más significativos de su vida. De hecho, San Juan XXIII escribió su contemplación de los misterios.
El Padrenuestro, el Gloria y el Ave María sobre los labios, la visión de los misterios de la vida de Jesús y de su Madre ante los ojos; el suspiro del corazón atento y fervoroso. ¡Ah qué delicia este Rosario bendito, qué seguridad de ser escuchados aquí en la tierra y en los cielos eternos! (L'ottobre che ci sta innanzi). Y, puesto que en el rezo del Rosario lo que cuenta es el movimiento de los labios en concordancia con la devota meditación de cada uno de los misterios, Nos estamos seguros de que nuestros hijos, haciendo coro con los hermanos de todo el mundo, sabrán formarse una escuela de verdadera perfección, contemplando con íntimo recogimiento las enseñanzas que irradian de la vida de Cristo y de María Santísima (L'ottobre che ci sta innanzi). Contemplando, nos encontramos en una comunicación íntima de pensamiento y de sentimiento con la doctrina y con la vida de Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, venido a la tierra para redimir, instruir y santificar: —en el silencio de la vida oculta, hecha de plegaria y de trabajo; —en los dolores de su santa Pasión; —en el triunfo de la resurrección, como en la gloria de los cielos donde está sentado a la diestra del Padre, asistiendo y vivificando siempre con el Espíritu Santo la Iglesia fundada por El, que progresa en su camino a través de los siglos. (Il Religioso Convegno).
4. La repetición de oraciones no es el fin del Rosario. En ocasiones, se puede entender como la repetición de diversas oraciones de forma mecánica. San Juan XXIII, en cambio, entiende que el Rosario tiene un triple fin: contemplación, reflexión e intención.
Es verdad que, para algunas almas no acostumbradas a elevarse por encima del homenaje puramente oral, el Rosario puede ser recitado como una monótona sucesión de las tres oraciones: el Padrenuestro, el Ave María y el Gloria, dispuestas en el orden tradicional de quince decenas. Esto, sin duda, ya es algo. Pero —debemos también repetirlo— es tan sólo preparación o resonancia exterior de una plegaria confiada, mas no vibrante elevación del espíritu en coloquio con el Señor, buscado en la sublimidad y ternura de sus misterios de amor misericordioso por la humanidad toda entera. (Il Religioso Convegno). Para cada decena de Avemarías he aquí un cuadro, y para cada cuadro un triple acento, que es al mismo tiempo: contemplación mística, reflexión íntima e intención piadosa. (Il Religioso Convegno).
5. En el Rosario podemos pedir favores o gracias a la Virgen. Juan XXIII le pedía especialmente por la paz, pero también por muchas otras intenciones.
Deseamos, por lo tanto, vivamente que durante el próximo mes de octubre todos estos nuestros hijos —y sus apostólicas labores— sean encomendados con fervientes plegarias a la augusta Virgen María. (Grata Recordatio). En último término está la intención, es decir, la indicación de personas, instituciones o necesidades de orden personal y social, que para un católico verdaderamente activo y piadoso entran en el ejercicio de la caridad hacia los hermanos, caridad que se difunde en los corazones como expresión viviente de la común pertenencia al cuerpo místico de Cristo. (Il Religioso Convegno).