Hace poco más de 50 años, Pablo VI escribió la encíclica ">https://www.vatican.va/content/paul-vi/es/encyclicals/documents/hf_p-vi_enc_25071968_humanae-vitae.html">Humanae Vitae. Su intención, en palabras de Benedicto XVI, era «defender el amor contra la sexualidad como consumo, el futuro contra la pretensión exclusiva del presente y la naturaleza del hombre contra su manipulación". En esta encíclica, el papa explica la postura de la Iglesia sobre la paternidad responsable y la planificación familiar. Para profundizar en el texto de Pablo VI y poder comprender la grandeza de su enseñanza hay dos libros que resultan imprescindibles: ">https://www.rialp.com/libro/si-tu-me-dices-ven_92107/">Si tú me dices “ven”. Una visión cristiana del éxito en el amor, de Stéphane Seminckx (Rialp, 2018) y ">http://www.eunsa.es/tienda/astrolabio-religion/2139-a-contracorriente-y-por-amor.html">A contracorriente y por amor. Humanae vitae, 50 años después, de Augusto Sarmiento (Eunsa, 2018). A contracorriente y por amor aporta el contexto en el que fue escrita la encíclica y, mostrando su continuidad con el Concilio Vaticano II y con otros textos de la Iglesia, permite dar respuesta a algunas de las críticas que sufrió tras su publicación. Si tú me dices “ven”. Una visión cristiana del éxito en el amor es una pequeña joya entre los libros sobre matrimonio y amor conyugal. Digo "pequeña" porque el libro tiene poco más de 200 páginas pero en ellas aborda temas muy profundos y necesarios de manera clara y concreta. Antes de hablar de la paternidad responsable sienta las bases adecuadas para ello: no se puede entender el verdadero sentido de la paternidad responsable si no se entiende el ">https://www.arguments.es/matrimonio/2018/11/28/castidad-y-valor-de-la-espera/">sentido del amor conyugal y del matrimonio.
Seminckx explica los tres tipos de amor: amor de atracción (“te veo como algo bueno para mí”), amor de amistad (“te veo como alguien y busco tu bien”) y amor conyugal (“me entrego a ti”). Como el autor señala, estas etapas “no se superponen a la manera de estratos. La persona se posee plenamente cuando los diferentes estadios del amor con sus diversos niveles de vivencias —sentimientos, virtudes, razón y libertad— se integran armoniosamente”. El amor conyugal asume los otros dos: la amistad y la atracción. En la misma línea, y como ">https://nuestrotiempo.unav.edu/es/cultura/libros/contracorriente-por-amor">contaba aquí, Sarmiento propone “releer la encíclica a la luz del amor: la vocación fundamental e innata de todo ser humano”. El autor se centra en el amor conyugal ya que, comprendiendo sus características, se puede descubrir la enseñanza de Humanae Vitae sobre la paternidad responsable como la más acorde con la naturaleza humana y con un amor que “es exigente, es una tarea” pero que “sobre todo y primero, es un don". Ambos autores resaltan una frase de Juan Pablo II en la Familiaris Consortio, cuando habla de que entre paternidad responsable y actitud contraceptiva hay una “diferencia bastante más amplia y profunda de lo que habitualmente se cree, y que implica en resumidas cuentas dos concepciones de la persona y de la sexualidad humana irreconciliables entre sí” (FC 32). "Solo es amor conyugal si es plenamente humano. Y solo es humano si es total y precisamente por eso definitivo —fiel y exclusivo y abierto a la fecundidad—. El amor conyugal en su realidad más profunda es esencialmente “don”, rechaza cualquier forma de reserva y, por su propio dinamismo, exige abrirse y entregarse plenamente”, afirma Sarmiento. En esta forma de amor, “se da uno todo entero, hasta el meollo más íntimo de su ser, sin perderse, pues el amor del matrimonio no consiste en una transferencia de propiedad, sino en la afirmación de una identidad personal: ser don”, señala Seminckx.
The Humanae Vitae subraya los dos aspectos inseparables en los actos conyugales: la unión y la procreación. Seminckx lo explica así: “El acto conyugal posee un objeto único, a la vez amoroso y (potencialmente) procreador: la unión amorosa y abierta a la vida. No es un acto destinado a manifestar en determinados momentos el amor y en otros la apertura a la vida. No es tampoco un acto de reproducción de la especie que, además, exprese un amor de persona a persona, ni un acto de amor que, además, puede suscitar una nueva vida. [...] Unión y procreación están indisolublemente unidas en la verdad del don de sí, que se realiza mediante un acto libre, que expresa el amor a través del don de la persona". Que ambos aspectos vayan unidos no es una exigencia que viene de fuera porque lo diga la Iglesia u otra autoridad, sino que afirmar esto es simplemente reconocer la realidad del acto conyugal, la naturaleza del amor conyugal como don de sí. Si en el acto conyugal se da la totalidad de lo que cada cual es, la posibilidad de convertirse en padres forma parte de ese ser, ya que es algo constitutivo de la persona.
Sarmiento aporta más motivos sobre por qué no se pueden separar ambas dimensiones en la página 112 de su libro. Y ambos autores explican que ese aspecto “procreativo” no quiere decir que siempre se tenga que dar de hecho la procreación (la mujer no es fértil más que unos días al mes), sino que “la apertura a la vida es una realidad del orden de la intención, de la disposición del corazón” (en palabras de Seminckx). Pablo VI promueve la paternidad responsable, pero la paternidad responsable bien entendida en este contexto del amor conyugal (punto 10 de Humanae Vitae). Seminckx lo explica así: «El acto conyugal es un acto de amor y responsabilidad (...) El amor, precisamente porque es amor —y no egoísmo o indiferencia—, se hace responsable de los gestos que se realizan en su nombre. El acto conyugal no puede ser un gesto irresponsable, indiferente ante las consecuencias que puede tener. Por eso Humanae Vitae acude a la noción de “paternidad responsable”". Esta paternidad responsable no quiere decir necesariamente “tener muchos hijos”. Se expresa tanto en acoger sin restricción los hijos que da Dios como en diferir un nuevo nacimiento cuando hay razones que lo justifican. Ambas actitudes, “se fundan en una única disposición del corazón: apertura generosa a la vida, con total responsabilidad". Como dice Sarmiento: “Los motivos que justifican retrasar un nacimiento deben ser graves hasta el punto de tener más peso que el valor de una nueva vida, que es un bien muy importante. Si los cónyuges comprenden bien esto, lamentarán tener que recurrir a la continencia periódica". Una vez más se resalta aquí la importancia de la intención: es diferente la mentalidad de pensar el niño como un bien del que nos privamos por motivos serios que pensar que es algo a evitar a toda costa. Así, con la primera mentalidad, se acogerá siempre al hijo —aunque llegue “imprevisto”— como un don de Dios, aunque conlleve esfuerzo. La mentalidad de exclusión, como señala Seminckx, considera al hijo “imprevisto” como un intruso.
En el punto 14 de la encíclica, Pablo VI afirma (las negritas son mías): "… hay que excluir absolutamente, como vía lícita para la regulación de los nacimientos, la interrupción directa del proceso generador ya iniciado, y sobre todo el abortion directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapéuticas. Hay que excluir igualmente, como el Magisterio de la Iglesia ha declarado muchas veces, la esterilización directa, perpetua o temporal, tanto del hombre como de la mujer; queda además excluida toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación". Stéphane Seminckx hace un certero análisis de estas líneas: «No se trata del simple hecho de tomar la píldora, de emplear un diafragma o un preservativo. Se trata de una acción —no importa cuál— realizada antes, durante o después del acto sexual entre esposos, que se proponga excluir la procreación. Las palabras “que se proponga” evidencian que la definición de contracepción incluye una finalidad propia". La intención cuenta y marca una diferencia. Como él mismo dice: no es lo mismo tomarse las pastillas anticonceptivas para evitar un embarazo o para tratar problemas de acné. El acto externo parece el mismo pero se trata de dos acciones diferentes. La Iglesia apuesta por el uso de los métodos naturales de planificación familiar (también llamados métodos naturales de reconocimiento de la fertilidad), ya que, usados con la mentalidad de apertura a la vida ya explicada, son los que van más acorde con la naturaleza del ser humano y del amor conyugal, y los que encajan realmente en la denominación de “paternidad responsable".
Uno de los apartados más interesantes de "Si tú me dices “ven”. Una visión cristiana del éxito en el amor" es el dedicado a las preguntas frecuentes sobre este tema. Algunas a las que contesta son: ¿El sexo solo se justifica en función de la procreación? ¿Puede haber continencia sin que se originen tensiones? ¿Son eficaces los métodos naturales? ¿Cuántos hijos hay que tener? ¿Qué motivos justifican diferir un nacimiento? ¿No es todo esto demasiado exigente? Los métodos naturales suponen un cálculo: ¿no es eso contrario al amor? En este post quiero recoger dos de ellas y una síntesis de las respuestas que aporta el autor —pero os recomiendo 100% leer todo el libro para no perderos nada—.
"Un método puede hacer inmoral un acto porque altere su objeto: es el caso del acto sexual contraceptivo, que no respeta la verdad de la donación y por tanto hace intrínsecamente malo ese acto. Pero un método puede también hacer inmoral un acto cuando se aplica con una intención viciada: este sería el caso de los esposos que aplican la continencia periódica restringiendo los nacimientos sin un motivo válido, por egoísmo. El debate moral no se refiere a los métodos —artificiales versus naturales— sino a las actitudes —mentalidad contraceptiva versus paternidad responsable—. Esta se ejerce frente a nuestra naturaleza, a Dios, al cónyuge y al hijo que podría nacer". (Páginas 78 y 79 de Seminckx) (Podéis profundizar en esta diferencia desde el punto de vista antropológico y moral en la página 132 del libro de Sarmiento).
"Esa posibilidad existe, en efecto. El recurso a los métodos naturales no garantiza la generosidad de la donación. Así como la actitud de paternidad responsable supone siempre apertura a la vida, el recurso a los métodos naturales no excluye la posibilidad del egoísmo. Esta consideración ilustra una vez más la diferencia entre actitud y método. La actitud supone una calificación moral, el método no". (Página 100 de Seminckx) Termino con una cita de Seminckx que creo que recoge parte de la esencia y el fundamento de lo que cuentan ambos libros: “Amar es a la vez —y sin contradicción— la mayor necesidad que el ser humano puede sentir y el acto más libre que puede realizar: se ama porque se quiere amar".
https://www.arguments.es/matrimonio/2018/11/08/se-puede-recuperar-la-virginidad/