Los miedos son perros que ladran. Puedes hacer todo lo que te propongas. -Amelia Earhart- Tiene algo de río la vida: discurre. Algunos tramos son tranquilos, otros turbulentos, hay rápidos y meandros…, pero el río avanza inexorablemente a su destino. La vida nos lleva. Esa es la grandeza de la vida humana: como el agua del río, nos deslizamos por aguas en momentos tranquilas y otras turbulentas. En el discurrir de la vida, no todo se puede controlar; veces hay que la vida y el destino nos regalan sorpresas agradables o nos castigan con sorpresas desagradables. Nuestra respuesta posibilita tres actitudes que determinan nuestra calidad de vida:
¿Que hay cosas en la vida que no nos gustan? Inevitablemente, así es. ¿Solución? Cámbialo, si puedes, en lugar de quejarte. Y si no se puede cambiar, tenemos que aprender a vivir con ello, y luchar por cambiar aquellas cosas sobre las que sí podemos influir. Ser realistas, responsables y constructivos, supone centrarnos en aquello que podemos controlar y no obsesionarnos con aquello que no podemos controlar. Hay que intentar adelantarse a las circunstancias y esforzarnos por mejorar la situación que está a nuestro alcance mejorar, y, al mismo tiempo, aceptar las cosas no controlables como se dice en la oración de la serenidad con la que suelen acabar sus reuniones los Alcohólicos Anónimos: Señor, concédenos serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar, valor para cambiar las que sí podemos, y sabiduría para discernir la diferencia. No sabemos si el cauce que nos toca navegar es corto o largo, pero qué diferente resulta el viaje si tomamos conciencia de cada instante y nos preguntamos en cada situación: ¿qué es lo que está en mi mano? ¿lo puedo hacer, aunque tenga dificultades? Lograremos mejorarnos, y mejorar nuestro entorno, si vamos sustituyendo el cómodo e ineficaz es que… por el responsable, creativo y eficaz ¡cámbialo! Y deja que ladren los perros.