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El esposo de María ya comienza a hacer los preparativos. Ha comprado queso, higos secos y un odre nuevo que llenará de agua para el camino. Sin embargo, la situación le desconcierta completamente: no entiende. Es el claroscuro de la fe. Porque el no comprender no significa no aceptar. Significa certeza sin ver con los sentidos. Y él acepta plenamente y también grita en su interior: “Hágase tu voluntad aunque no responda mi pobre intelecto”.
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