">http://www.arguments.es/wp-content/uploads/lachispa/2017/06/aceptar-quien-eres-3-e1496392628158.jpg"> A veces hay que olvidarse de quién creías que eras y aceptar quién eres de verdad. -Ben Affleck- Horacio Nelson, I vizconde de Nelson, I duque de Bronté fue un vicealmirante de la Marina Real británica, que vivió en el siglo XVIII. Fue conocido por sus victorias durante las Guerras Napoleónicas. Tuvo mala salud y llegó a perder un brazo en combate. Sin embargo, era un genio militar. Cuentan de él que, en medio de las batallas navales, bajaba a su camarote y abría un misterioso cofre. Rápidamente volvía a subir y, con renovadas fuerzas, continuaba dando órdenes muy eficaces a la tripulación. Tras su muerte, unos marinos decidieron abrir el misterioso cofre y solo encontraron un papel con esta inscripción: Izquierda: babor; derecha: estribor. Muchas veces, la sabiduría está en no olvidar las cosas más sencillas, y una de ellas es que la felicidad y la humildad van de la mano. Es habitual que pensemos que la felicidad va adscrita a grandes triunfos que suscitan admiración. Error: la raíz de la felicidad está en nuestro interior, en cómo interpretemos los sucesos que nos ocurren. Humildad es admitir la realidad de las cosas tal y como son, aceptando la vida tal como nos llega y, además, aceptarnos tal y como somos, con nuestras cualidades y limitaciones. En definitiva, ser realistas, conocernos a nosotros mismos y aceptarnos. La vida trae problemas, pero es un error enorme convertir todo en problemas, porque también hay muchas cosas positivas. Es fundamental dar a los problemas la importancia que tienen y no darles más vueltas. Un amigo me decía: Antonio, los problemas no deberían ser fuentes de preocupación, porque si se van a resolver, no sirve de nada preocuparse, y si no se van a resolver, preocuparse tampoco sirve de nada. Hay que huir de los dos extremos: negar los problemas o hacer de ellos el centro de nuestras vidas. Negar la realidad es propio de personas simples, y obsesionarse con los problemas, termina haciéndonos personas problemáticas. Tenemos que usar los recursos que nos sitúen en el medio de las dos actitudes. Por otro lado, ser humilde no significa no ser sanamente ambicioso, renunciar a tener metas altas. Sabiendo y aceptando que no todo lo que queremos lo podemos conseguir. Como se dice en una canción: No siempre puedes conseguir lo que quieres, pero, si te esfuerzas, puedes conseguir lo que realmente necesitas. Ahí está la clave, luchar por aquellas cosas que merecen la pena y están al alcance de nuestras posibilidades. Una lucha que ha de ser constante y que tiene un punto de partida: aceptar quién eres.