España es la cuna de la oración mundial; se concentra una tercera parte de la vida contemplativa del mundo, y es el primer país con el mayor número de monasterios en su territorio. A finales del año 2018 había en España 783 monasterios (748 femeninos y 35 masculinos) en los que vivían 8.681 religiosas y 470 religiosos de vida contemplativa. Han elegido voluntariamente por amor a Dios retirarse del mundo y "confinarse" en la clausura del monasterio. Por eso, son los más indicados para aconsejarnos cómo enfrentarnos a estas circunstancias.
Fray Íñigo María, del monasterio benedictino de Leyre, en Navarra, hace hincapié en la necesidad de imponer una estructura estable a nuestro confinamiento. El joven novicio pamplonés, de 23 años y graduado en enfermería, encuentra en la regla de San Benito una guía útil para salir indemnes de este reto. Nos los resume así:
"Un día ordenado es vital para que no nos coma la rutina. La gente de la calle, como el monje nada más llegar al monasterio, no está acostumbrada a parar, a salir de la espiral de ocupaciones y preocupaciones que tiene el día a día. Pasar de la sensación de que el tiempo se escapa de las manos a aquella en que parece que el reloj se ha parado puede ser muy estresante. Es importante levantarse a la misma hora, seguir un patrón fijo con las comidas...", reflexiona.
En segundo lugar, resulta imprescindible cuidar la convivencia, y de eso también habló el fundador de la orden: "Ahora la gente tiene más tiempo que antes para pasarlo con la familia y esto puede asustar un poco al principio. Convivir más hace que surjan más discusiones y, como pedir perdón nos cuesta, todo se vuelve más incómodo. La 'Regla' nos recomienda 'reconciliarse antes del anochecer con quien se haya discutido'. Puede ayudarnos a pedir perdón el experimentar cómo, sin ser perfectos y fallando, nos van a seguir queriendo. Aún podríamos añadir dos herramientas más: aprender a ser agradecidos y a tener paciencia con los fallos de los demás".
Íñigo, desde su monasterio milenario de la Sierra de Leyre, todavía tiene muy cercana la vida extramuros y entiende bien nuestra zozobra, aunque trata de enderezarla: "Nos pasamos la vida soñando con hacer aquello que tanto nos gustaría si tuviésemos tiempo... ¡Ahora lo tenemos! Hay que aprovecharlo para hablar con aita y ama, con los hijos, con la pareja... Puede ser el momento perfecto para recuperar esa intimidad que la rutina ha podido hacer desaparecer". "Tenemos que aprender otra vez a divertirnos de verdad, volver a ser como niños. Estos días son perfectos para aprender a valorar las pequeñas cosas de la vida que hacen que todo sea grande: la familia, el amor, la amistad... Dejemos una parte importante de nuestro tiempo para cuidar a los demás, para preocuparnos por ellos: esto es lo que nos hará redescubrir que no somos hormigas en medio del mundo, sino personas, que somos amadas y podemos amar".
En Leyre, ha habido que cerrar las hospederías y el centro de recepción de visitantes. La Semana Santa ha sido atípica: "Ahora hacemos el oficio divino y la misa sin fieles. La gente ya no puede acercarse a rezar con nosotros, ni tampoco a visitar nuestra iglesia románica y el monasterio del siglo XI. El Jueves y el Viernes Santo la iglesia se llenaba, algunas personas llevaban décadas viviendo con nosotros los días más importantes del año para un cristiano. Se les ha echado de menos», lamenta fray Íñigo, que, enfermero al fin y al cabo, también tiene un recuerdo para quienes «están al pie del cañón, demostrando que vale la pena luchar para que el bien reine en este mundo". *Este testimonio ha sido entresacado de un artículo de El Correo.
Friar Ignatius es de Pamplona. Estudió Derecho y ha sido uno de nuestros colaboradores más activos en el blog de Liturgia. Entró en el Monasterio de Leyre con 22 años, al terminar la universidad. Desde entonces, vive "confinado" por amor a Dios junto a otros 21 monjes, bajo el "ora et labora" de San Benito que estructura su día. Como él mismo explica: "Una vida en la que todo lo exterior se apaga te permite que vayas a lo esencial, que te centres en el Señor que es el que te llama y el que tiene una historia de amor para ti". ¡Ojalá el confinamiento de estos días nos sirva para esto! https://www.youtube.com/watch?v=LvqPshrX8cg&feature=emb_logo Fray Eduardo es de Barcelona. Estudió en Pamplona Derecho y Filosofía en la Universidad de Navarra. Fue residente del Colegio Mayor Albaizar. Y en su último curso, Dios hizo de las suyas. ¿Quién le iba a decir que el Monasterio de Leyre se convertiría en su casa? Al principio lo que más le costó fue dejar a un lado el control de todo, y dejar que sea Dios quién lleve el timón de su vida: "Uno llega con ideas, con planes, con voluntad, con propósitos, y es preciso sacrificar todo eso y ponerlo en manos de Dios, para ver qué desea Él". Nos anima a apoyarnos en su oración y en la fecundidad de la entrega de tantas monjas y monjes que sin saberlo, rezan y nos sostienen desde su clausura: "La vida monástica es un tesoro escondido para la Iglesia. Es sillar, es parte del tronco y las raíces que no se ven, pero tiene gran fecundidad".