">http://www.arguments.es/wp-content/uploads/lachispa/2022/04/ser-pobre-teniendo-e1650629483988.jpg">                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                  Porque el que necesita para vivir cinco mil libras  no es menos pobre que el que necesita cinco. -George Herbert-  Los Papalagi es el título de un libro escrito por Erich Scheurmann (Hamburgo 1878, Armsfeld 1957) y publicado en 1920. Es una colección de discursos de Tuiavii de Tiavea, un jefe de una tribu de Samoa —unas islas del Pacífico— que dirige a sus conciudadanos, en los que describe un supuesto viaje por Europa en el periodo justamente anterior a la Primera Guerra Mundial. Erich Scheurmann habría sido testigo de tales discursos, y los habría traducido al alemán. En ellos el jefe samoano interpreta la cultura occidental (la de los papalagis, u hombres blancos, en lengua samoana) desde la perspectiva de un nativo, criticando la deshumanización y el materialismo de la sociedad europea, Tuiavii de Tiavea previene a los samoanos para que no se dejen contaminar por el influjo de la cultura europea. Una cultura en la que se prima el tener sobre el ser, una cultura en la que se es pobre teniendo. Es signo de gran pobreza que alguien necesite, compulsivamente, más y más, porque eso le genera la tendencia a creer que necesita cada vez más cosas —materiales o inmateriales— para sentirse bien. Confunde «deseos» con «necesidad» y no se da cuenta de que cada necesidad le hace más infeliz, más insatisfecho. Estos deseos producen malestar emocional porque si no posee esas cosas que cree necesitar, se siente una persona desgraciada y, si las posee, también, porque vive con el temor de que podría perderlas, y solo pensar esta hipotética posibilidad, le crea ansiedad. ¡Ojo! Desear no tiene nada de malo, y poseer tampoco, siempre y cuando no creamos que todo ello son necesidades. Los deseos son legítimos, pero si los transformamos en necesidades, se convierten en problemas. Cuando deseamos demasiado, depositamos unas expectativas exageradas en el objeto deseado y, tarde o temprano, nos topamos con la realidad: esa cosa no nos hace feliz. Podemos vivir razonablemente felices, aun careciendo de todo lo material, si sabemos disfrutar con: ayudar a los demás, hacer buenos amigos, cuidar la espiritualidad, gozar del arte, estudiar, aprender, cultivarnos, practicar aficiones: fotografías, pintura, cine, lectura, deporte… Adquirir la madurez psicológica de que, sin comodidades, sin beneficios, sin abundancia, se puede ser feliz. El hecho de ser realmente pobre o rico no es el problema. El problema es ¡necesitar!, tanto si poseemos como si no. Necesitar es la actitud estresante que nos lleva a ser pobres teniendo.