Si no vives como piensas, acabarás pensando como vives. Y si no piensas por qué vives así, acabarás dejándote arrastrar por lo que hace la mayoría, por tu capricho, por la rutina… El mundo está necesitado de personas con convicciones personales profundas. ¿Quieres ser una de ellas? Te invitamos a pararte a pensar con nosotros y profundizar en la fe y en las enseñanzas de la Iglesia.
¿Qué es informar? Informar es saber, conocer, tener datos, estar al día de algo… Esto es importante, pero no nos podemos quedar solo ahí. Es el primer peldaño; para querer hay que conocer. No puedo querer a alguien que no conozco, a quién no he visto nunca ni sé nada de esa persona. En la medida en que conozco más, puedo amar más. Hay que conocer lo que dice la iglesia, cuáles son los mandamientos que Dios ha dado al hombre, qué hay más allá de la muerte, etc. Pero solo con esto no basta. Se puede saber Teología y no creer en Dios, porque la fe es un don de Dios. Solo Dios puede darla. Por eso lo primero que tenemos que hacer es pedir la fe, para nosotros y los demás. Pero una vez que la tenemos, está en nuestra mano cultivarla, procurar hacerla crecer, que nutra nuestra vida. Porque la fe sobre todo, es algo vivo; la fe está para vivirla.
Dar forma. Eso que yo sé de alguna manera me configura… ¿Cómo un robot, cómo un pollo sin cabeza que no piensa? ¡No! Me configura con Cristo. Un cristiano está llamado a ser otro Cristo; a reflejar la imagen de Cristo en su vida.
Dios cuenta con nuestra personalidad para llevarnos por caminos de santidad (¡somos estupendos siendo como somos, si a Dios le gustásemos de otra manera, nos hubiera hecho distintos!). El modo de ser de cada uno es cómo una tierra que se ha de cultivar: basta quitar con paciencia y alegría las piedras y malas hierbas que impiden la acción de la gracia, y comenzará a dar fruto, una parte el ciento, otra el sesenta y otra el treinta. Cada quien puede hacer rendir los talentos que ha recibido de las manos de Dios, si se deja transformar por la acción del Espíritu Santo, forjando una personalidad que refleje el rostro de Cristo, sin que esto quite para nada los propios acentos.
La formación no termina nunca: porque siempre podemos mejorar, pulir, moldear nuestro corazón hasta que vaya pareciéndose más y más al de Jesús. El protagonista es el Espíritu Santo. Es verdad que también cuenta nuestra correspondencia; pero sobre todo se trata de dejarle hacer. Y aunque a veces pienses que no avanzas, que te propones cosas que luego no te salen o no cumples, Él te va moldeando y convirtiendo poco a poco en otro Cristo para los demás. Hay que ser pacientes y contar también con el tiempo (Dios tiene sus tiempos, y a veces son distintos a los nuestros). Aquí encontrarás artículos y recursos para conocer mejor la fe e ideas de cómo hacerla vida.