“La belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo”, Benedicto XVI. La belleza divina se manifiesta en la liturgia, también a través de las cosas materiales: la iglesia, los adornos, las vestiduras, las imágenes, la música, la propia dignidad de las ceremonias.
Los santos han sido siempre cuidadosos con el culto porque así manifiestan su cariño de enamorados. Los que se aman se obsequian con cosas de valor, para expresar así la medida de su amor: Los enamorados no se regalan trozos de hierro ni sacos de cemento, sino cosas preciosas: lo mejor que tienen: cuando ellos cambien, cambiaremos de parecer nosotros (san Josemaría).
“Aquella mujer que en casa de Simón el leproso, en Betania, unge con rico perfume la cabeza del Maestro, nos recuerda el deber de ser espléndidos en el culto de Dios. ‑Todo el lujo, la majestad y la belleza me parecen poco. ‑Y contra los que atacan la riqueza de vasos sagrados, ornamentos y retablos, se oye la alabanza de Jesús: "opus enim bonum operata est in me" ‑una buena obra ha hecho conmigo”, San Josemaría, Camino, 527.
Aprende cuáles son los objetos que sirven para la celebración eucarística, para decorar el altar, la iglesia y el sacerdote y para guardar al Santísimo.
Lo exterior es reflejo de lo interior, por eso conoce cómo se tratan y el significado que tienen.
Los objetos litúrgicos fueron cobrando importancia desde los primeros siglos del cristianismo. Muchos de ellos se concebían como reliquias, como el Santo Grial y el Lignun Crucis.
“La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración”, Juan Pablo II, lit. Dominicae Cenae, 3.