Como todos los años, el 7 de octubre se celebra la Virgen del Rosario. Una fiesta que se remonta al siglo XVI. Ante el peligro de una invasión turca en Europa se creó la Liga Santa, una unión militar de distintos territorios cristianos. En el contexto de guerra contra el Imperio Otomano hubo una batalla decisiva que cambió el curso de la historia. Tuvo lugar en el mediterráneo, en Lepanto, un siete de octubre de 1571. Las tropas lideradas por don Juan de Austria, hermano de Felipe II, vencieron al turco en un gran combate naval, consiguiendo frenar la expansión del islam. Durante el día de la batalla, el Santo Padre San Pío V, pidió a todos los cristianos del mundo que no dejaran de rezar el Rosario durante todo el día. Encomendando a Nuestra Madre la importancia de esta batalla. Tras recibir la noticia de la victoria el Papa decidió hacer de ese día la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias, cambiada un año después por la recién nacida advocación de Nuestra Señora del Rosario, en honor a su intercesión, gracias a la cual se consiguió la victoria. Por esta razón hoy celebramos esta fiesta. Posteriormente se hizo del mes de octubre el mes del Rosario. Unos días en los que a lo largo de la historia los papas nos han pedido a todos los cristianos del mundo que al igual que aquel siete de octubre recemos especialmente el Santo Rosario encomendando las necesidades del mundo.