Querido Lucas: Vaya impresión saber que estás escribiendo algo sobre María. No lo había pensado jamás y sin embargo, tengo ya tantas ganas de leer lo que puedas recoger… Me parece la mejor idea que has tenido en tu vida. No quiero decir que el resto no sean acertadas, pero estoy seguro que de esta no te arrepentirás. María es un pozo sin fondo. Me pides que te hable de su sonrisa. Nada más fácil y nada tan complicado a la vez. Creo que podría decir que María sonríe permanentemente. También a veces se ríe y su risa es muy contagiosa, llegando incluso a la carcajada, pero lo más corriente es que sonría suavemente. Se le arrugan un poco las mejillas y si te fijas bien puedes ver que sus pómulos tienen un poco más de color que el resto de su cara. Es como si se estuviera acordando de algo bonito o divertido. Creo que la alegría le recuerda inmediatamente a Jesús y lo feliz y alegre que era, que es, Él. Cuantas veces María me ha desarmado con esa sonrisa. Yo, que me enciendo en medio minuto con las cosas más variadas, me quedaba desprovisto de argumentos cuando trataba de hacerle comprender lo tremendo o lo trágico que era algo que me había sucedido. Ella nunca me dijo que no me preocupara, o que lo que le contaba era una bobada sin importancia. Al revés, parecía creerme a pies juntillas todo lo que yo le decía, e incluso se asustaba ante los relatos que le hacía. Sin embargo, siempre tenía una salida y me despedía con su sonrisa. Me hacía entender que se hacía cargo y que todo saldría bien, tarde o temprano. Mientras tanto, ella me aseguraba con su sonrisa, que me acompañaba, que yo no estaba solo. Qué paz verla sonreír en situaciones tan difíciles, tan tensas, tan incómodas. María no era nada ingenua, se daba cuenta de los problemas como yo no he visto hacer a nadie. Se hacía cargo de las mínimas circunstancias muchas veces antes que el propio interesado. Sin embargo, nunca aparentaba saberlo todo, o controlar la situación. Jamás se pavoneaba de estar enterada de algo que los demás descubríamos. María me ha ayudado mucho a reírme de mí. Ella nunca se río de mí, aunque sí hizo que yo me riera mucho y cuando lo conseguía se unía a mi risa, incluso a mis carcajadas. Podría decir que tuvimos varios ataques de risa conjuntos. Siempre tiene una salida muy divertida cuando yo me bloqueo, cosa que sucede con frecuencia. Lo hace con naturalidad y de esa forma no te sientes imbécil, aunque lo seas y quizá estaría bien que alguien te lo hiciera ver. Seguro que no va a ser ella. María usa otros caminos, otras formas, otra delicadeza. Nunca he tenido la sensación de que María se riera de mí, pero muchas veces la he visto reírse, morirse de risa conmigo. Aunque María esté agobiada, seguro que a veces le ocurre, no desaparece nunca su sonrisa. Aunque María haya llorado, cosa que sucede con frecuencia, su sonrisa lo cambia todo: desaparecen las nubes, los problemas, el miedo, ... todo pierde mucha importancia junto a la sonrisa de María. Mejor dicho, todo adquiere una verdadera e inmensa relevancia junto a sus ojos. Bueno Lucas, no quiero agobiarte con mis relatos. Ya me avisarás cuando tengas todo listo para que pueda leerlo. Un abrazo muy fuerte y cuídate mucho, Santiago Esta carta forma parte del proyecto Cartas a san Lucas, en las que el autor, Diego Zalbidea ha imaginado qué dirían de la Madre de Dios los que más de cerca la trataron. Las cartas han sido escritas para ayudar a soñar y a rezar. Pero no se trata de aportar una hipótesis ni una posible versión de los hechos. El libro electrónico "Querido Lucas", que contiene todas las cartas se puede descargar de forma gratuita.