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Estaba con mi profesor Jaime Nubiola en la biblioteca de la Universidad y este saludó a Jacin L., bibliotecaria: “¡Jacin! ¡La más poderosa de la biblioteca!”. Jacin rechazó el cumplido: “¿La más poderosa?”. Y Jaime lo matizó: “La que más sirve”. “Eso me gusta más”, sonrió.
Veníamos de hablar sobre el liderazgo invisible de las mujeres y este encuentro con Jacin fue muy elocuente. Parece claro que dentro del hogar la mujer es la que más sirve y la que más poder tiene. Es decir, no es que sea una tirana –esto no es poder, sino explotación–, sino que despierta confianza como líder. Esto es tener poder. Y es líder quien es el primero, quien asume la responsabilidad de dar el primer paso y guía a los demás. Como hace una madre. http://www.arguments.es/wp-content/uploads/mujer/2019/09/soroush-karimi-Mx5kwvzeGC0-unsplash.jpg" alt="" width="650" height="433" /> Al intentar conectar el servicio, el poder y el liderazgo femenino… el puzle no encaja. No podemos ignorar lo que tantas veces hemos visto, oído y leído en los medios de comunicación: por acceso a educación superior, por roles de género o por conciliación familiar hay menos mujeres que hombres en puestos de poder (según un informe de la ONU de 2018, a nivel mundial las mujeres ocupan tan solo un 18% de los puestos en ministerios), y, además, compartimos era con la horrible epidemia de la violencia machista y las agresiones sexuales dentro y fuera del hogar. En lo privado, mujeres y hombres sirven a sus familias, amigos y conocidos. En nuestras pequeñas vidas todos intentamos hacernos bien unos a otros con sencillez, por necesidad o por generosidad. ¿Y en lo público? Aquí está el enigma. Creo que el liderazgo femenino es ensombrecido por ser un liderazgo sin ínfulas, sin plumas de pavo real, sin vanidad. Porque no hay otra manera de servir.
Sin embargo, cuidado: es común entender el servicio como una esclavitud pusilánime de la que aprovecharnos. Y no es así. No es lo mismo el servicio que el servilismo. Conviene recordar que sirviente, en latín, se dice minister. Y todo sirviente necesita un ministerio: poder, misión, medios, capacidades y, claro, libertad de decisión. O sea que servir no se trata ni de una tiranía ni de una esclavitud. Sino solo de hacer algo libremente por los demás.
A Jacin no le interesaba el poder, sino el servicio. El poder es un mero medio. Y sacar el liderazgo femenino de la sombra no solo pasa por reconocerlo y agradecerlo, sino por hacer del espacio público un lugar con menos ínfulas en el que el servicio se pueda hacer como en casa: sencillamente. Sin necesidad de engordar el poder para mantenerse en pie ni de vestirse de pavo real para protegerse. Un lugar en el que mujeres y hombres puedan ser líderes no por despertar miedo, sino por despertar confianza por su modo de servir.[:]