Un jefe de estado envió una carta a cada mujer del mundo, a cada una y a todas. Sin embargo, el destinatario último también era el hombre, ya que su petición urgente sólo era posible con su colaboración. Hoy podemos preguntarnos ¿qué dijo y qué pasó con aquella carta escrita en 1995?
A cada una de vosotras dirijo esta carta con objeto de compartir y manifestar gratitud… A ti que quizás, más aún que el hombre, ves al hombre, lo ves con el corazón. Lo ves independientemente de los diversos sistemas ideológicos y políticos. Lo ves en su grandeza y en sus límites, y tratas de acercarte a él y serle de ayuda.
Te doy gracias, mujer - trabajadora que participas en todos los ámbitos de la vida... Tu aportación es indispensable para la edificación de estructuras económicas y políticas más ricas en humanidad. Elaboras una cultura capaz de integrar razón y sentimiento. Tu concepción de la vida está abierta al misterio. No dejes de destacar por tu competencia, profesionalidad, capacidad intelectual y sensibilidad. Es bueno conseguir la efectiva igualdad de tus derechos como persona, tu salario y desarrollo profesional, sin olvidarse de tus derechos en la familia…”
“Ciertamente, aún queda mucho por hacer para que el ser mujer y madre no comporte una discriminación. Es urgente alcanzar en todas partes: - la efectiva igualdad de los derechos de la persona. - igualdad de salario respecto a igualdad de trabajo. - tutela de la trabajadora-madre, - justas promociones en la carrera, - igualdad de los esposos en el derecho de familia, - reconocimiento de todo lo que va unido a los derechos y deberes del ciudadano.
“Se trata de un acto de justicia, pero también de una necesidad….será precisa una mayor presencia social de la mujer:
“Mirando también uno de los aspectos más delicados de la situación femenina en el mundo, cómo no recordar la larga y humillante historia —a menudo « subterránea »— de abusos cometidos contra las mujeres en el campo de la sexualidad? A las puertas del tercer milenio no podemos permanecer impasibles y resignados ante este fenómeno. Es hora de condenar con determinación, empleando los medios legislativos apropiados de defensa, las formas de violencia sexual que con frecuencia tienen por objeto a las mujeres. “
“....El camino del pleno respeto de la identidad femenina no está solamente en la denuncia, ... sino también y sobre todo en un eficaz e ilustrado proyecto de promoción, que contemple todos los ámbitos de la vida femenina, a partir de una renovada y universal toma de conciencia de la dignidad de la mujer.
Juan Pablo II fue sin duda un pionero de la defensa de los derechos humanos de la mujer, y sus cartas son esas que todo hombre debiera leer. Su deseo fue satisfacer una deuda, la del reconocimiento del valor de la feminidad y su necesidad para el mundo. “Juan Pablo II reconoce abiertamente que la Iglesia ha empezado muy tarde a desvelar su tesoro” (Juan Pablo II y la vocación de la mujer. Jutta Burggraf 2011). Carta a las mujeres. Juan Pablo II 1995.