La Visitación. Rafael Sanzio

29/03/2014 | By Arguments

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LA VISITACIÓN En la anunciación, el ángel ha revelado a María que su prima Isabel ha concebido un hijo a pesar de su vejez y ya se encuentra en el sexto mes de gestación. María –escuchadas éstas y las otras palabras del ángel– se sintió aludida y por ello “se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías [esposo de Isabel] y saludó a Isabel” (Lucas 1, 39). El pueblecito es, según nos cuentan los estudiosos, Ain Karen, no lejos de Jerusalén. Las montañas de Judá distan de Nazaret como unos cuatro días de camino a pie. Naturalmente, los viajeros humildes hacían el recorrido andando hacia el sur y por motivos de seguridad aprovechaban las caravanas que recorrían ese camino, porque normalmente en los despoblados se hallaban bandidos, que asaltaban a los viandantes para robarles sus pocas pertenencias. María llevaría un hatillo con algo de ropa y la comida justa para el camino. La caravana se detendría en fuentes donde beber y donde los animales de tiro, de pasaje o de carga pudieran abrevar y descansar. María va a casa de Isabel porque la conoce bien; sabe que es una persona mayor, que el embarazo acarrea debilidad y que seguramente necesitará la ayuda de un pariente joven con fortaleza. Es –sin duda– un acto de generosidad. La escena está dibujada con dos mujeres, ambas en estado de gravidez. A la izquierda, una señora de edad avanzada, que se inclina levemente, frente a la otra chica, resaltando así la mayor importancia de esta segunda, que es María. Sin embargo, María baja un poco su joven rostro para indicar humildad y su intención de ponerse al servicio de su pariente. El artista exagera deliberadamente el estado de gravidez de María, para que se comprenda la escena bíblica: “Entró [María] en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo María saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: ‘¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre!” (Lucas 1, 44) ¿Cómo explicar en un cuadro escena tan compleja? Hay que advertir, que “María entra en casa de Zacarías”. En la antigüedad semita la casa era del varón. De ahí que no diga “entró en casa de Isabel”. El artista resalta el impacto y el sobrecogimiento de Isabel, que no tiene más remedio –iluminada por el Espíritu Santo– que alabar a María. Ciertamente, María solo llevaría dos semanas como máximo esperando a su criatura, pero el pintor ha querido enfatizar que el salto de alegría del hijo de Isabel en su vientre tiene que ver con el contacto con el Salvador, Jesús, en las entrañas de María. En el fondo del cuadro, a la izquierda arriba, hay una escena anacrónica, pero didáctica, y es de futuro: en ella se ve a Juan Bautista, precisamente el que será hijo de Isabel, bautizando en las aguas del Jordán a Jesús, el Salvador. Con ese recurso, se podía muy bien enseñar a los fieles lo que significarían a posteriori los dos personajes que aquí estaban aún en los vientres de las madres. La faz de humildad de María, según continúa relatando el escritor bíblico, tiene que ver con un cántico de acción de gracias y de humildad de María, que prorrumpe en aquel momento; acción de gracias y adoración a Dios. Este cántico es conocido en el mundo artístico por la primera palabra del poema, que es “Magnificat”, en latín, que quiere decir: mi alma proclama la grandeza del Señor (magnificat: proclamar la grandeza, en este caso de Dios).

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