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“El aborto legal ha hecho en Estados Unidos lo que el Ku-Klux-Klan no logró ni soñar alcanzar: el exterminio, desde 1962, de 14 millones de niños afroamericanos, un tercio de la población negra actual”. Esta cita de Alveda King, sobrina de Martin Luther King, es un reflejo de lo que estoy observando desde que llegué a Nueva York. Con dos abortos en su vida, ella misma fue víctima de un genocidio silencioso que, medio siglo después del fin de la segregación racial en Norteamérica, continúa vigente.
No son pocos los que se sorprenden ante afirmaciones tan rotundas. Antes de llegar aquí me costaba pensar que en el país donde germinó la reivindicación de los derechos de las personas negras se estuviera produciendo este holocausto. Sin embargo, puedo comprobarlo cada día en el centro donde colaboro. Más del 90% de chicas que se acercan con la intención de abortar son de raza negra y latina. No es casual: un alto porcentaje de los abortorios de Nueva York están en zonas donde se concentran estos colectivos. En el Bronx, por ejemplo, hay cerca de una decena de clínicas abortistas situadas estratégicamente.
Las cifras son escalofriantes. Según datos oficiales de 2010, el 67% de los abortos registrados en Estados Unidos correspondía a mujeres de raza negra. De los 38.574 embarazos entre la población afroamericana en Nueva York, 26.635 terminaron en aborto. Esto es, por cada 1.000 bebés afroamericanos nacidos, 1.448 fueron abortados.
Durante los ratos libres de que dispongo cuando estoy en la oficina, aprovecho para formarme y ampliar conocimientos relacionados con la Cultura de la Vida, especialmente en los Estados Unidos. Hace unos días vi un documental que recomiendo vivamente: ‘Maafa 21’, que significa “Holocausto negro” en swahili; el aborto ha reducido en un 25% la población negra en Norteamérica.
Tal y como señala la película, a lo largo del siglo XX se llevó a cabo una campaña de esterilización y control de natalidad sobre la población afroamericana, coincidiendo con el periodo en que los negros empezaron a reclamar sus derechos. Orquestado por Planned Parenthood -antes llamado American Birth Control League-, la mayor empresa abortista del país, el programa pretendía reducir el nacimiento de niños afroamericanos, a través de distintos métodos de control poblacional.
Cinco décadas después, en pleno siglo XXI, el proyecto Maafa perdura. Actualmente, en menos de cuatro días, mueren más niños afroamericanos en clínicas abortistas que el número de personas que fueron asesinadas por el Ku-Klux-Klan en 150 años. Otro ejemplo: el número de soldados negros muertos en siete años en la Guerra de Vietnam no supera el número de niños muertos por aborto racial. Y es que, tal y como afirma Mark Crutcher, director del filme, “El lugar más peligroso para un niño negro en los Estados Unidos es el vientre de su madre". Por suerte, algunas de estas mujeres han encontrado una salida a este genocidio silencioso gracias a las asociaciones provida. La historia demuestra que todos los genocidios terminan. Es un motivo de esperanza, pero no de tranquilidad. Cada día que pasa, el coste del aborto sube, y no se cobra en dólares, sino en vidas. https://www.arguments.es/wp-content/uploads/culturadelavida/2013/10/20131004-162344.jpg" alt="María" width="667" height="500" />