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Pasaron varios días hasta que llegó a quererle más que a su propia vida. Conocí a Michelle –nombre ficticio para preservar su intimidad- la semana pasada. Llegó a la oficina con intención de abortar pues, a sus 20 años, se sentía demasiado joven para criar a un niño. No obstante, durante el tiempo que estuvimos hablando, pude intuir a una chica madura y sensata, capaz de sacar adelante la vida de su primer hijo. Me costó mucho llegar a su corazón pero, poco a poco, le hice ver que ese bebé que estaba esperando no era un problema en su vida, sino un regalo. Cuando vio la imagen de su hijo en la ecografía, se arrepintió de haber querido poner fin al embarazo. Antes de marcharse, con una gran sonrisa en el rostro, nos agradeció todo el apoyo que le habíamos dado.
Dos días después, Michelle me llamó y me contó que había estado sangrando y que vio un trocito viscoso y claro en el cuarto de baño. Le dije que fuera de inmediato al hospital y me mantuviera informada.
“Hola María. Te escribo para contarte lo que pasó. Después de hablar contigo, fui al hospital y tuvieron que ingresarme: había sufrido un aborto involuntario y muy doloroso. Me dieron medicamentos y me limpiaron, porque todavía quedaban restos de mi bebé dentro de mí. Estoy física y mentalmente cansada. Todo fue muy duro. El dolor del aborto fue horrible, la peor sensación del mundo. Sangraba constantemente y no conseguían calmar el dolor. Cuando me hicieron una ecografía y vi que apenas quedaba rastro de mi bebé, me sentí frustrada. He llorado mucho y sé que me va a costar superarlo. Ahora necesito tiempo para sanar este dolor. Estoy rezando mucho por mi hijo. Es duro, pero se que ahora está en un sitio mejor. Muchísimas gracias por tu tiempo y por preocuparte”.
Dicen que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Aunque, en un primer momento, Michelle había decidido poner fin a la vida de su hijo, acabó queriendo y esperando a un pequeño que empezaba a hacerle feliz. Ese día recibí el mensaje triste y doloroso de una madre que sentía haber perdido lo que tanto tiempo le costó llegar a querer.
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