Entrevista de Candela Copparoni Dimitri Conejo es un joven católico de origen ruso. Adoptado a los 10 años de edad, llegó a España hace ya 18 años, tras un largo recorrido de sufrimiento, pero también de profunda fe. Es fundador del portal fotográfico Cathopic y de la página web Matercoeli. Actualmente está escribiendo un libro autobiográfico en el que cuenta los momentos más fuertes que ha atravesado, tanto de dolor como de experiencia de Dios. Había pasado sus primeros años de vida en una familia desestructurada, abandonado por unos padres alcohólicos y a cargo de su hermana bebé, lo cual le obligaba a mendigar en un mercado para poder comer. Un día, una de sus profesoras del colegio lo encontró por la calle y supo acerca de su situación, de la cual hasta entonces no tenían ni idea. Dimitri y su hermana fueron ingresados en un orfanato, donde él pensaba que su vida sería mejor y que todos sus problemas se solucionarían, pero se topó con una realidad bastante diferente. Maltratado por sus compañeros y psicológicamente por las educadoras, Dimitri sufría soledad, falta de amor y desprecio. Era una etapa dura de su vida, llena de rabia y odio, sobre todo hacia sus padres, por culpa de los cuales sentía que se encontraba allí. Sin embargo, un día todo cambió. Su historia de conversión empezaría de la mano de un sacerdote que llegó al hogar para hablarles del amor que Dios les tenía. El niño, enfadado, se rebeló ante estas palabras, incapaz de comprender cómo un ser tan poderoso podía permitir que ellos vivieran allí, y desde ese día empezó a rezar para demostrar que nada de eso era verdad. Y de este modo, disimuladamente, Dios comenzó a obrar en él. Cuando Dimitri conoció este amor se sintió “el niño más rico del mundo”, y entendió que “cuando depositamos toda nuestra fe en el Señor y lo dejamos obrar, Él nos va sorprendiendo, sus planes son mejores que los nuestros”. El joven asegura que desde el primer momento amó a sus padres adoptivos, que fueron para él “un regalo” del Padre. Llegó al seno de una familia católica muy unida en Dios, y descubrió que eso era lo que él quería también para su futuro: un matrimonio cristiano en el que las dos personas fueran solo una. Pero en España conoció otra realidad: “en este mundo las personas valen lo que tienen; si no tienes nada, no vales nada”. Poco a poco se fue alejando de Dios y su vida cogió un rumbo encaminado a la perdición, hasta el punto de intentar acabar con ella. Sin embargo, fue entonces cuando volvió a dirigirse al Señor para hacerle una pregunta: “¿Por qué estás en silencio?” Dimitri tenía un gran vacío y muchas heridas sin sanar. Y el Señor le respondió, le hizo ver que siempre había estado ahí. A partir de ese momento, su fe cogería más y más fuerza. En una búsqueda constante de Dios y de sí mismo, Dimitri ha descubierto su vocación en la evangelización a través de las redes sociales.
El hombre más rico del mundo.
Creo que el Señor es alguien que se lo debe de pasar en grande. Un día estaría aburrido y dijo: “Voy a buscar a alguien a quien haya que pulir un poco”. Vio que yo era muy tozudo, poco humilde y retorcido y, frotándose las manos, exclamó: “Creo que tengo al candidato perfecto, ¡vamos allá!” Así me lo imagino conmigo.
Creo que cuando uno vive una situación en la que no le queda absolutamente nada, solo queda creer. Y esa fe te dispara tan alto que con el tiempo te das cuenta de que ya no puedes mirar atrás, solo queda confiar en Aquel que te rescató. Quizás no he perdido la fe porque incluso en mis peores momentos sabía que mi corazón era de Dios. Él siempre tuvo en mi vida la última palabra, aunque intentara que Su voz se callara dentro de mí (me fue imposible). Cuando conoces a Dios creo que Él te sella para siempre, no puedes vivir como si no pasara nada en tu vida.
Mi consagración fue clave para pedirle cada día a la Madre una cosa que jamás había pedido antes: que me muestre el rostro de su Hijo. Despertó en mí esas ganas de ver a Jesús en los demás (aunque me cueste mucho), de ser un esclavo de Dios, de no querer nada para mí. Obviamente es difícil y muchas veces soy demasiado estúpido y egoísta, pero ahí está mi Madre que me va susurrando al oído: “Oye, que estás muy tontito tú, ¿¿no??”
El único modo que conozco de una sanación eficaz es no hacer nada y estar en silencio delante del Sagrario, es una pasada. Me explico: llegas, te sientas y te callas. Miras a todas partes, te aburres, cuentas los ladrillos de la iglesia… Tú crees que no estás aprovechando el tiempo, que la estás cagando delante del Señor, pero en ese momento está ocurriendo algo increíble y es que ¡¡Jesús te está mirando directamente!! Tras media hora sin decir nada te levantas con las manos vacías (o eso crees tú) y te vas. De lo que no eres consciente es de que el Sol Naciente te ha quemado, te ha abrasado y tú ni te has percatado. Vuelves al día siguiente, repites los mismos pasos. Te aburres, le miras, Él te mira. No sabes de qué hablar. Él te sigue mirando. Sus rayos te queman, pero tú ni te percatas de ello. Vuelves a casa. Repites el mismo proceso varios días y comienzas a pensar que eres tonto, que tu prayer silenciosa no sirve para nada. El día menos esperado, escuchas una voz dentro de ti. ¡Joder, que es JESÚS hablándote!: “Tienes esta herida y quiero sanarte, ¿me dejas?”. Comienzas a pensar que estás loco, y tienes toda la razón, estás loco por Cristo. De repente, el Señor te muestra qué hecho en concreto del pasado te hizo daño, te abrió esa herida, la misma que hace que te sientas inseguro en una situación específica. Y tras dolerte un poco, Él te dice: “¿Me la entregas? Solo yo puedo sanarte esto”. Los días siguientes tu oración delante de Él comienza a tratar sobre ese tema, sobre tu herida. Él te mira y tú quieres entregarle todo tu ser, que Él sea tu dueño. Pero te das cuenta de que te da miedo entregarle tu corazón, porque te falta fe, porque crees que te volverán a hacer daño. Y en ese momento es cuando realmente abres los ojos y te das cuenta de la poca fe que tienes y de que, efectivamente, solo Él puede sanarte. En ocasiones, a ese punto rompes a llorar. Te sientes triste, pero es un momento de inmensa alegría porque estás siendo sanado sin darte cuenta, estás hablando sin pronunciar una sola palabra con el Señor acerca de lo que llevas en el corazón. De pronto un día se te presenta esa situación que te hacía sentir tan inseguro, pero como si fuera por arte de magia, tu reacción es otra. Una reacción más relajada, más confiada, como si la herida ya no pesara tanto. Te metes en el coche, piensas en lo que ha ocurrido y sonríes. Sabes que ha sido Él. En resumen, para sanar una herida hace falta un Sagrario, silencio (silencio de verdad, sin decir nada) y dejar que Sus rayos te quemen. Haz esto 30 minutos cada día y serás el hombre más feliz del mundo.
El Señor me ha regalado muchas experiencias brutales, pero recuerdo una especialmente que jamás se me olvidará. Hace un año y medio pusieron mi testimonio en algún medio de comunicación. Pasados unos días recibo un mensaje por Facebook de un señor que me ponía: Gracias por tu testimonio, acabo de escucharte y me ha parecido increíble. Te escribo desde Portugal. Quería decirte que tengo 55 años y que hace 30 años me descubrieron un cáncer que me está matando. Cuando me enteré me enfadé mucho con Dios y decidí no volverle a hablar jamás. Después de muchos años sin hablarle, el otro día escuché tu testimonio y fue como ver a miles de ángeles bajar del Cielo a darme fuerzas para glorificar al Señor a través de mi cáncer. Vuelvo a casa. Gracias. Alguna lágrima se me escapó, lo reconozco. 😉 ¡Dios es un crackkkkk!
Bueno, ahora me estoy preparando con mi novia para cuando el Señor quiera casarnos. Sigo con la firme idea de crear una Iglesia doméstica, un lugar donde el Señor pueda habitar. No es fácil, ni mucho menos. Implica morirte, así es el amor. Pero merece la pena. Cada noche le pido a la Madre que me enseñe a ser un buen novio y me prepare para ser algún día un buen esposo. En una sociedad como en la que vivimos, creo que hacen falta grandes testimonios de matrimonios santos. Matrimonios que den esperanza a los jóvenes, que les digan que el amor existe, que no todo es mierda como lo pintan la televisión y los medios. Por eso sueño con poder tener un matrimonio firme en Jesucristo, sin medias tintas, para poder mostrar al mundo que no está todo perdido y que Dios no ha muerto, que está más vivo que nunca. ¡Gloria a Dios!