–Documentos. Dos policías nos pararon al llegar a la estación de tren de Czestochowa. Había dejado el pasaporte, ¿qué hacía? Aparenté calma, saqué la billetera y le entregué a uno mi tarjeta de estudiante extranjero en España. El policía la miró, hizo alguna gestión en un aparato que llevaba y me la devolvió. –Gracias –nos dijo. Aproveché y le pregunté qué vía debíamos tomar para el Santuario de Jasna Góra –Recto a la izquierda. [full_width_section parallax_bg="true" bg_pos="Left Top" bg_repeat="No-Repeat" text_color="Light" image_url="https://www.arguments.es/wp-content/uploads/blogjmj/2016/07/image-2016-07-28.jpg" top_padding="500" bottom_padding="500" background_color=""] [/full_width_section]
Partimos desde Cracovia a las 6.18h. De camino a la estación nos fijamos que había policías en cada esquina. Lo mismo en Czestochowa. Se respiraba sobreprotección. De hecho, para entrar a la explanada detrás del santuario, en la que el Pope Francis iba a celebrar Misa, requisaban de la forma más minuciosa posible. Pedían encender el teléfono móvil y la cámara; sacaban todo de la mochila; los líquidos los retenían; y, por si escondías algo, te pasaban el detector de metales. Cuando por fin logramos entrar, nos encontramos sumergidos en un mar de polacos. Claro, la Eucaristía que presidiría Francisco se enmarcaba en el Jubileo de los 1050 años del bautismo de Polonia. Gente de todo el país se concentraba allí. Habían puesto todos los medios para estar presentes: algunos habían acampado; otros, viajado en la madrugada desde su pueblo... El hombre que estaba al lado de nosotros, por ejemplo, había salido de su casa a las cuatro de la mañana, ¡en bicicleta!, para recorrer los setenta kilómetros que lo separaban de Czestochowa. https://www.arguments.es/wp-content/uploads/blogjmj/2016/07/image-2016-07-28-1-800x440.jpg" alt="El Papa Francisco durante la celebración de la Eucaristía por los 1050 años del Bautismo de Polonia" width="800" height="440" /> La celebración, que había empezado a las 10.30, duró dos horas. Acabada, comimos e intentamos entrar al Santuario, pero no lo abrían hasta las dos. No nos daba tiempo de visitarlo, porque teníamos el regreso a las dos y cincuenta, así que descansamos un rato y nos regresamos a Cracovia.
El tren que nos trajo de vuelta se retrasó un poco. Llegamos hacia las 16.30. El gris de la lluvia quedaba opacado por el color de los cánticos de los jóvenes peregrinos que, desde la estación, se dirigían al Parque B?onia para la ceremonia oficial de bienvenida al Papa Francisco. "¡Esta es la juventud del Papa!", "¡Italiano, batti le mani!", "¡Papa Francisco!". En el camino, tropezamos con una niña pequeña que, al ver la bandera de Colombia, nos pidió una foto. ¿Cómo negársela? Nos la hicimos con ella y su hermanito. Luego su madre, que había tomado la foto, le pidió al niño otra, pero ahora posando ella. Mi padre me recordó que llevábamos regalos de Colombia y le dimos al pequeño un llavero y a su hermana un bolígrafo con adornos del Caribe colombiano. Ríos de gente afluían hacía B?onia. A veces, el cauce se estrechaba, lo que provocaba cierta congestión. Logramos, sin embargo, en medio de la alegría y las gotas de lluvia, entrar en el Parque. La ceremonia había comenzado diez minutos atrás. Se trataba de un verdadero festín. Se mencionaba cada continente y por cada uno se ponía una canción, mientras que la gente aplaudía, gritaba, bailaba, cantaba o se inventaba una coreografía. En un momento, uno de los de nuestro sector -el A7- sacó una pelota de playa y la empezamos a lanzar de un lado a otro.
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