“¿Queréis luchar por vuestro futuro?”, “¡¡Sí!!”. Un mes y una semana separan estas palabras de nuestro momento actual del mes de septiembre. Estas palabras quisieron retumbar en el mundo entero, pasar los límites de Polonia para que fueran escuchadas en todos los países de los que provenían los tres millones de personas allí presentes. Al volver a las clases de la universidad y ver a mis compañeros siento el impulso de recorrer con la mirada sus muñecas buscando una pulsera o algo que indique que el otro estuvo donde estuve yo; que permaneció entre la multitud sumergido entre las calles de Cracovia. Y si lo acabo encontrando no tardo ni un momento en preguntarle qué tal le fue, si le gustó. Supongo que como yo, otros tantos hacen lo mismo. Es de esperar.
Las palabras que el Papa nos dirigió en el Vía Crucis estaban muy relacionadas con el sufrimiento, un sufrimiento que no ha dejado indiferente a Polonia y más en el siglo XX con lo ocurrido durante la ocupación nazi y la opresión comunista. “¿Dónde está Dios? ¿Dónde está Dios cuando las personas inocentes mueren a causa de la violencia, el terrorismo, las guerras? (…) ¿Dónde está Dios, ante la inquietud de los que dudan y de los que tienen el alma afligida?… Dios está en ellos”. Fue así como Francisco encabezó su meditación de las 14 estaciones, encadenadas con las 14 obras de misericordia, que no dejó a nadie indiferente ante su propia realidad y la ignorancia pasiva de la sociedad. Por lo menos a mí me pasó esto: ver Auschwitz y tener conciencia de que entras al cementerio, si cabe, más grande del mundo, te hace preguntarte por qué podemos hacer tanto cosas maravillosas como crueles.
Todo esto que hemos experimentado —y lo que personalmente he vivido—, es lo que tiene que continuar después de la JMJ un día, un mes y un año más tarde. Yo salí del Campus Misericordiae pensando mientras andaba hacia la estación de tren que tenía que creerme más lo de la Misericordia infinita de Dios: “Él sabrá sorprendernos con su perdón y su paz”, porque yo quiero ser misericordia para el mundo que me rodea. Y aunque sé que no es nada fácil, siempre queda levantarse una y otra vez e intentarlo de nuevo. Somos los jóvenes de la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia 2016 y en nuestro día a día debemos llevar la misma alegría en la cara que lucíamos con orgullo por las calles de la ciudad polaca. Y mantener la chispa siempre, por lo menos hasta poder recargarla de nuevo en Panamá 2019.